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Cuando Uruguay ganó la primera Copa América

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Foto: archivo El País.

HACIENDO HISTORIA

Un gol de Héctor Scarone definió el campeonato contra Argentina, el día que 40.000 espectadores llenaron un enorme estadio de madera.

Foto: archivo El País.
Foto: archivo El País.

Ya pasó un siglo y las memorias de quienes vivieron aquel acontecimiento se desvanecieron con el tiempo. Pero aquel triunfo trajo otros, comenzó a hacer grande al fútbol uruguayo y estimuló el crecimiento del deporte en toda América. En octubre de 1917, el Sudamericano de Montevideo representó un hito que vale la pena recordar.

El éxito del Sudamericano de Buenos Aires en 1916 animó a la naciente Confederación Sudamericana de Fútbol a institucionalizar el torneo. Y con un trofeo comprado en Argentina, la 1917 se disputó la primera Copa América oficial.

La Comisión Nacional de Educación Física construyó para el torneo un estadio de madera en el mismo sitio donde hoy se encuentra la Pista de Atletismo. El escenario, que contaba con una enorme tribuna techada y amplios taludes, fue presentado por la prensa como “el gran field del Parque Central”, porque así se conocía a toda la zona del actual Parque Batlle, entonces Parque Pereira, un enorme descampado a la espera de su efectivo enjardinado.

Se jugó entre el 30 de septiembre y el 14 de octubre. Uruguay venció sus tres partidos: 4-0 a Chile el día 30, 4-0 a Brasil el 7 y 1-0 a Argentina el 14. Los argentinos, a su vez, vencieron a chilenos (1-0) y brasileños (4-2). Estaba claro que en aquellos tiempos las competencias continentales eran cuestión de los rivales del Plata. Por eso aquel domingo 14 concurrieron 40.000 espectadores, la mayor asistencia de público en el país hasta el Mundial de 1930.

Pese a todo, el encuentro estuvo en peligro debido a una huelga general en Buenos Aires, que impedía el viaje de los futbolistas argentinos. El gobierno uruguayo mandó el vapor Oyarvide para traerlos. A último momento pudieron embarcar en una nave de la Armada de su país, que los dejó en Colonia, donde tomaron un tren expreso rumbo a Montevideo.

Uruguay jugó ese día con Cayetano Saporiti, Manuel Varela y Alfredo Foglino; Jorge Pacheco, Gregorio Rodríguez y José Vanzzino; José Pérez, Héctor Scarone, Ángel Romano, Carlos Scarone y Pascual Somma. Un hecho por lo general desconocido fue que los celestes tuvieron colaborador técnico: Ramón Platero. La prensa de la época ni lo mencionó, pero en la foto del equipo aparece parado a un costado, vistiendo un saco a rayas. El técnico e investigador Ariel Longo, en su libro Ramón . El rey oculto (Ediciones de la Plaza, 2017) descubre su trayectoria: nacido en Canelones en 1894, era masajista y boxeador y colaboró con la preparación del equipo. Luego de entrenar a Nacional, se fue a Brasil, donde hizo toda su carrera e incluso dirigió al seleccionado de ese país. Allí falleció en 1950.

El partido resultó parejo y disputado, sin incidencias brillantes. El único gol lo logró Héctor Scarone, a los 58 minutos. Hubo un foul a Somma sobre el costado izquierdo del ataque, que el mismo puntero ejecutó. En el área Rasquetita -de 18 años entonces- se elevó solo y cabeceó para vencer al arquero Isola. El gol mereció aplausos, sombreros agitados al viento y hasta una marcha triunfal tocada por una banda.

Pero después Argentina se volcó al ataque y estuvo cerca del empate. La incertidumbre se volvió casi drama faltando pocos minutos, cuando Saporiti realizó un gran esfuerzo para salvar su valla, cayó mal y tuvo que salir lesionado. Como no se permitían los cambios de jugadores, Uruguay quedó con diez: Varela fue a ocupar el arco y Carlos Scarone bajó a la defensa. Para evitar que le remataran al improvisado golero, los celestes presionaron en el ataque y mantuvieron la pelota lejos de su área.

El pitazo final provocó la invasión del público a la cancha. Los jugadores fueron llevados en andas en medio de la alegría general. Eso sí, vuelta olímpica no hubo pues no se había inventado.

Por la noche se celebró el banquete de clausura en el Parque Hotel. Después, los dirigentes uruguayos acompañaron a la delegación argentina a la Estación Central, desde donde salió rumbo a Colonia.

En la otra orilla, sin embargo, la derrota no fue bien aceptada por la prensa. Por ejemplo, La Razón comentó: “Los jugadores argentinos no solo fueron vencidos sino que insultados por el enorme cuanto inculto público que asistió al torneo”. “Era imposible pretender triunfar pues a las molestias de carácter físico que sufrieron los jugadores argentinos se agregó la depresión moral demasiado grande para no ser sensible, así como el complemento del referee totalmente equivocado en sus fallos, que dirigió la lucha pareciendo antes que un juez imparcial el duodécimo jugador del equipo uruguayo”, dijo tanto El Diario de Buenos Aires.

El Sudamericano resultó un éxito deportivo y económico. Río de Janeiro fue la sede escogida para la siguiente edición en 1918, pero la epidemia mundial de gripe española -un mal que mató más gente que la simultánea Gran Guerra- obligó a postergarla un año más.

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