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La URSS en Montevideo: fútbol y guerra fría

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Foto: archivo El País.

HACIENDO HISTORIA

La llegada de la selección soviética, con su preparación supuestamente científica y su legendario arquero Yashin, impactó a la prensa y a los hinchas.

Foto: archivo El País.
Foto: archivo El País.

La segunda mitad de la década de 1950 señalaba guerra fría en la Tierra y carrera tecnológica en el cosmos. En 1957, la Unión Soviética lanzó al espacio el primer satélite artificial, el Sputnik 1. Y lo siguieron otros, hasta que en 1961 envió a su primer cosmonauta, Yuri Gagarin. Los rusos, como se los seguía llamando comúnmente, representaban la superpotencia emergente. Y se pensó que esa expansión alcanzaría también al fútbol.

En 1956, los hombres con la camiseta roja y la inscripción CCCP (URSS en ruso) se llevaron la medalla de oro del fútbol olímpico en Melbourne. Cuatro años más tarde, conquistaron la primera Eurocopa en París. Y si bien no hicieron gran campaña en el Mundial de Suecia 1958, para Chile 1962 figuraban entre los favoritos.

Con el fin de adaptarse al clima y las canchas sudamericanas, los soviéticos realizaron en noviembre de 1961 una gira por Argentina, Chile y Uruguay, que se completó con tres victorias sobre los seleccionados respectivos. El público y el periodismo los recibió con expectativa y curiosidad. Se decía que realizaban una preparación auténticamente “científica” y que sus futbolistas eran atletas perfectos, elegidos entre millones de aspirantes, aunque como todo lo vinculado con la URSS era difícil determinar dónde terminaba la realidad y dónde comenzaba la propaganda (a favor o en contra según la ideología).

Con el tiempo se pudo valorar mejor: fue un buen equipo, seguramente el mejor de la historia soviética, aunque no la máquina que iba a revolucionar el fútbol. Lo máximo que alcanzó fue la semifinal del Mundial 1966. Allí estaban el imponente arquero Lev Yashin, considerado el mejor del mundo (en 1963 sería el único golero distinguido con el Balón de Oro de France Football); el habilidoso mediocampista Igor Netto y el imparable delantero Viktor Ponedelnik, entre otros. El técnico era Gavriil Kachalin, estrechamente ligado al crecimiento del fútbol en su país.

Los soviéticos llegaron a Montevideo el sábado 25 de noviembre, de madrugada. Ese día descansaron, hicieron un suave entrenamiento y luego, según la prensa, fueron al cine, aunque no se indicó qué película vieron. El domingo 26 asistieron al clásico que definió a favor de Peñarol el Uruguayo de 1961.

Un rato después de finalizado el clásico, los jugadores visitantes se cambiaron e ingresaron al campo de juego para una nueva práctica. Se encontraron con la sorpresa de que cientos de personas también se habían quedado y rodeaban la cancha para presenciar el entrenamiento. Más singular que eso: no había ya policías en el Estadio. El técnico Kachalin, enojado, ordenó cancelar el movimiento.

La guerra fría también se trasladó a la prensa nacional. Un cronista de El Día consiguió a entrevistar al ya célebre Yashin pero su diario, que transitaba por una etapa de furioso anticomunismo, no la publicó. Incluso su cobertura del partido fue mínima.

Finalmente, el miércoles 29, el seleccionado soviético se presentó ante el público uruguayo. Se vendieron 45.929 entradas, con una recaudación de 714.820 pesos. Uruguay, dirigido por Juan Carlos Corazo, salió con Luis Maidana, Horacio Troche, Emilio Álvarez, Edgardo González, Néstor Gonçálvez, Eladio De Souza, Luis Cubilla, Héctor Silva, José Sasía, Vladas Douksas y Juan Pintos. Los soviéticos jugaron con Yashin, Dubinsky, Maslenkin, Otrovsky, Voronin, Netto, Metrevelli, Husainov, Ponedelnik, Mamikin y Meski.

Resultó un duelo de estilos: el juego directo y veloz de los visitantes ante el más técnico pero excedido en maniobras de los dueños de casa. “Fracaso absoluto en cuanto a practicidad”, escribió el comentarista de El País, Bernardo Garrós, sobre los celestes. Husainov marcó el primer gol, Cubilla empató casi enseguida, pero antes que terminara el primer tiempo Ponedelnik definió el partido para los soviéticos. El mejor jugador de la cancha fue Yashin: desde su arco no solamente controlaba el área sino que ordenaba los movimientos defensivos del equipo.

“Uruguay es un equipo magnífico. Sabe todos los secretos del fútbol moderno y acciona con rapidez. Eso sí, sus delanteros usan demasiado la pelota y al final la arriesgan”, afirmó luego Netto. El tono de las declaraciones de los soviéticos (o de quien traducía sus palabras) fue muy diplomático. “Uruguay es serio candidato para la Copa del Mundo en 1962”, aseguró Kachalin. “Emilio Álvarez es un jugador sensacional”, dijo Yashin.

La revancha se jugaría en Moscú el 27 de abril de 1962, en la gira previa al Mundial de Chile. Y el 5-0 que la URSS propinó a los celestes determinaría el cese del técnico Corazo al regresar a Montevideo, pese a que solamente quedaba un mes para Chile. Allí volvieron a enfrentarse y de nuevo ganaron los soviéticos, aunque por escaso margen (2-1) ante diez uruguayos en condiciones y un undécimo, Eliseo Álvarez, que se fracturó un tobillo pero no quiso salir del campo.

En 1965 los soviéticos visitaron otra vez Montevideo y se impusieron 3 a 1. Cinco años más tarde llegaría por fin el triunfo celeste: fue por los cuartos de final del Mundial de México 70. Esa tarde, una jugada “imposible” de Cubilla sobre la línea de fondo y un inmediato cabezazo de Espárrago colocó a Uruguay en las semifinales y terminó el largo ciclo de Kachalin al frente de la CCCP.

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