DESDE EL ARCO
JOSÉ MASTANDREA
El VAR era la gran solución a tanta injusticia. Era todo un acierto y todos los uruguayos aplaudían su implementación en la Copa América. Era. Hasta que se le anularon los goles a Cavani y Suárez. A partir de ese momento el VAR pasó a ser el enemigo número uno del fútbol uruguayo. Y aparecieron los complots, las intrigas palaciegas para sacar a la Celeste del torneo y evitar que lo ganara. Increíble, ¿no? Típica reacción de mal perdedores, de buscar explicaciones donde no las hay, de intentar justificar un nuevo fracaso deportivo.
Hablando del VAR y de quienes lo manejan, se tapa el sol con un dedo, porque la realidad es otra muy diferente: Uruguay volvió a quedar afuera de la Copa, igual que en 2015 y 2016.
Echándole la culpa al VAR se desvía la atención de lo poco que jugó Uruguay. Y apenas si se toca un tema de fondo: ¿el proceso solo sirve para ir a los Mundiales? ¿No hay que exigirle resultados a Tabárez? ¿Alcanza con el orden y la disciplina? Yo creo que no. Así como se le exige a los entrenadores de los grandes a ganar “todo lo que juegan”, se le debería exigir a Tabárez que gane todo lo que juega con la mejor generación de los últimos 30 años.
Ahora, ¿quién le dice a Tabárez que se equivocó? ¿Quién le plantea un diálogo para saber por qué tomó tal o cual decisión? Nadie. Tabárez hace y deshace. Es todo poderoso en el Complejo Celeste y no da explicaciones. Los dirigentes le temen. Y Otero y Rebollo, sus colaboradores más inmediatos, asienten y dicen “amén”.
Nadie lo va a cesar, eso está claro. Todos aplauden las derrotas como si fuesen victorias.