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El silencio de los inocentes

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Asu modo, River Plate aplicó el derecho de admisión en el partido que jugó con Peñarol el domingo pasado, pues el alto costo de las entradas para las localidades populares, "filtró" la concurrencia al estadio.

Más allá de las críticas surgidas en Peñarol, por entender que la medida le "apuntó" a su hinchada, tratando de aumentar los ingresos económicos y reducir el aliento al cuadro grande, surgen dos datos de la realidad: uno, folklórico; y el otro, más formal, tiene que ver con un tema que ha estado en el tapete, hasta dividiendo las opiniones de los dirigentes de fútbol y las autoridades nacionales.

Con barras, coros y cantos, y sin el invasivo sonido de instrumentos de percusión atronando sin cesar en el ámbito del Centenario, el fútbol —como espectáculo— es sensitivamente más disfrutable.

Además, la ausencia de cierto núcleo de gente de la Ámsterdam, probó que la "conexión" entre la dirigencia de Peñarol y esa célula de la parcialidad aurinegra está rota, así como es obvio que existió antes: con entradas caras, el club salió a quejarse en defensa de sus hinchas, pero no subsidió a nadie.

El análisis

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