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La siembra ya brindará sus frutos

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La diferencia entre el 1-0 de Pereiro y el 1-1 de Driussi —o el 1-2 de Correa— fue para el hincha una inmensa sensación de vacío, de desilusión. De esos castigos que no se olvidan y que marcan, especialmente ahora, cuando todavía es reciente el revolcón.

La diferencia del 1-0 al 1-2, que fue para Uruguay dejar de ser campeón e ir a los Juegos a quedar tercero y sin chance de Río 2016, se lee a prima facie como el fin del mundo. Sin embargo, entre ese drama que contagia la derrota y la verdadera dimensión de lo que dejó a Uruguay el torneo que terminó anoche hay un distancia abismal. Es difícil procesar rápidamente lo que sucedió, porque estos chiquilines jugaron como para ser los mejores, desarrollaron un juego que llevó a marcar un estado de confianza, seguridad y convicción que en los últimos tiempos se hicieron marca registrada en las selecciones uruguayas. Sin embargo, lo que sí se valorará en breve es que estos juveniles dieron un paso enorme en esos avances silenciosos, pero gigantes que está dando la AUF, en la formación de sus jugadores con nivel de selección.

En 1988, la sub 20 viajó al Sudamericano con un partido amistoso de preparación. Esta generación, con 19, un año de preparación y otros cinco (que comenzaron en la sub 15). Hoy duele la derrota, pero Uruguay dejó sembrado en este torneo valores para el futuro. Hoy no alcanza, con el correr de los años se valorará el camino que están recorriendo.

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