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Rosario es de Central

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Foto: La Nación/GDA.

El "Canalla" le tomó el gusto a ganar y el clásico le regala sonrisas: venció 2-0 a Newell's.

Al final, es una cuestión de principios. Cuando el momento reclama tomar decisiones fuertes es cuando se ve el pulso de los líderes y la rabia de la manada. El clásico de Rosario, tan particular que no resiste comparaciones, puso frente a frente dos realidades antagónicas. Igual que en septiembre pasado, Central tenía ante sí la posibilidad de refrendar en la cara de su rival de todos los tiempos lo bueno que venía haciendo; Newell's, tal como entonces, necesitaba unas monedas para engordar una alcancía raquítica. Pero si aquella vez sellaron un empate insípido, esta vez la balanza se volcó para el lado del que más intentó ganar y mejores resortes espirituales tuvo. Para el que deseó la victoria con argumentos mejor concebidos. Porque ganar y perder es una parte accidental de este juego; lo importante, en todo caso, es cómo se transita el camino.

Y el que ayer supo reconvertirse en un chasquido para enderezar el barco fue Central, capaz de aguantar su mal primer tiempo, vacío de contenido futbolístico, padeciendo a un Ruben lejos de su plenitud, hasta que encontró en Colman la llave para desanudar la tarde. Newell's no logró escapar de la profecía que soltaban sus hinchas por lo bajo en los días previos: "Vamos a perder". En buena medida ese designio se cumplió por la elección de su tambaleante entrenador, que fue al Gigante de Arroyito a jugarse su carta arropando a su equipo atrás, con la cola contra el arquero.

Se trata de elegir, y Bernardi eligió intentar llegar vivo a la próxima estación corriendo riesgos. Porque, al revés de lo que se proclama, apostar a defenderse es poner el éxito en peligro: es condenarse a no atacar casi nunca. Y así, ganar suele ser una carambola que esta vez no le salió a Newell's. Así, al técnico no le quedará ni el consuelo de haberse ahogado respetándose a sí mismo.

Central tuvo un atributo diferencial: la presencia de Marcelo Larrondo, un delantero que Coudet le pellizcó a Tigre a mitad de 2015 con mucha astucia. Porque con él ganó un jugador que domina los fundamentos del juego. Sabe entrar, sabe salir, tiene buena técnica, es inteligente para decidir. Esos resortes se hicieron más nítidos en el segundo tiempo, cuando Central se puso delante en el marcador de contraataque -una paradoja- y Larrondo se convirtió en el maestro de ceremonias. Además de su gol, le regaló dos asistencias a Ruben -si hubiese estado en buena forma, el clásico terminaba en goleada-, ubicó los espacios vacíos y hasta guapeó. Se ganó el pan.

El brillo de Larrondo iluminó a Gustavo Colman, que con su entrada le dio juego interior a su equipo, y a José Luis Fernández, bueno para correr y centrar. Si los técnicos se manifiestan a partir de sus jugadores, el Chacho Coudet puede estar tranquilo: los suyos no perdieron el tono ni cuando no le encontraban la vuelta al asunto, en el primer tiempo. Él tuvo la lucidez, por cierto, de enmendar su mala lectura previa y mover las piezas: a poco de empezar corrió a Pinola a la izquierda y a Villagra a la derecha para tener variantes de ataque por los laterales. Después, como siempre, las contingencias del juego lo ayudaron (¿quién de Central soñaba un gol de contraataque?), pero a su favor cuenta la búsqueda incesante de soluciones ofensivas.

No podrá vanagloriarse del respaldo interno Bernardi, y no sólo porque ya no tiene ni plantel: no hubo rebeldía en la adversidad porque la mandíbula de Newell's es de cristal. Se venció para siempre al primer golpe bien conectado, el gol de Larrondo. El técnico, que interiormente sabía que se estaba despidiendo con la derrota, decidió mandar el mensaje final a los 40 minutos del segundo tiempo, cuando la escasa diferencia en el marcador le daba todavía una mínima esperanza: quitó de la cancha a Maxi Rodríguez, el emblema, que evitó saludarlo. Bernardi puso en su lugar a Héctor Fértoli, un juvenil. Scocco, el otro líder del grupo, había arrancado en el banco. Esas señales fueron tan claras que no necesitaban explicación. El líder se iba sin su manada.

Central disfruta las sonrisas de este tiempo, en el que se acostumbró a ganarle a Newell's. Pero, más que eso, entendió que ese no puede ser su fin, sino apenas su comienzo. En carrera en el campeonato local, sus focos también apuntan a la Libertadores, una competencia de la que estuvo ausente en los últimos diez años y que volverá a protagonizar dentro de apenas una semana y media. Aunque no era ayer el día para que sus hinchas pensaran en Nacional: los bocinazos que inundaron Rosario hasta entrada la noche tenían el sonido de otro clásico guardado en su bolsillo..

Foto: La Nación/GDA.
Foto: La Nación/GDA.

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