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Romario: un "vende humo"

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El Dr. Daniel Scheck, Administrador General de El País, premió a Romario. Foto: Archivo El País.
Archivo El Pais

Recibió a El País fumando un habano en el vestuario, tras meter dos goles.

"Otro mundo", como suele decir Tabárez a menudo para referirse a aspectos de la realidad que en épocas pasadas eran muy diferentes a cómo son ahora.

Pues bien, 15 años atrás Romario De Souza Faría era una figura —y, sobre todo, un goleador— de ese "otro mundo": en 2000, Vasco da Gama fue campeón del "Brasileirao", la Copa Guanabara y la Copa Mercosur, y vice de la Copa Mundial de Clubes de la FIFA, llevado de la mano por el "Baixinho" (Petiso), que en los 73 partidos que jugó en aquella temporada, metió ¡72 goles!

Con tamaño registro y su consecuente resonancia, y tratándose de un brasileño, por si fura poco, en la elección del mejor jugador del continente en 2000 realizada en el marco de la encuesta "América y Europa le responden a El País", Romario ganó "por robo".

Viaje.

Por eso, días más tarde, ya en enero de 2001, y tras varias conversaciones con la dirigencia del Vasco da Gama y el representante de Romario, dos emisarios de El País viajaron a Rio de Janeiro para invitar al goleador a que asistiera a la velada de premiación en el Hotel Conrad de Punta del Este, con las formas acordes a la dimensión del personaje; que, en el fondo, por su manera de ser, era la imagen que irradiaba el goleador en aquel entonces: en persona.

Así, pues, Washington Beltrán Storace, en representación del directorio de El País, y el periodista, fueron invitados por Vasco da Gama para presenciar desde el palco oficial de Maracaná, el partido en el cual el club carioca se consagró campeón de la Copa Guanabara ante 100.000 personas, al vencer por 2 a 0 —con dos goles de Romario, lógico— al modesto Volta Redonda.

Susto.

La distinción, en definitiva, era una excusa: después del partido, bajar al vestuario para acordar los detalles del viaje a Punta del Este, en la fecha que el "Baixinho" lo creyera oportuno; pero la misión, en principio muy placentera, no fue fácil: al menos debió pasar un buen susto.

Es que el vestuario del campeón era un mundo de gente, frenética, vociferante, caótica, entre la que no bastaba la emblemática compañía del presidente de Vasco da Gama, flanqueado por varios guardias privados del club, para avanzar en forma muy dificultosa, incluso hasta a los empujones: y, en medio de esa locura, Romario no aparecía por ningún lado: ni siquiera en la utilería, la sala de masajes, o las duchas.

Nube.

Cuando la expedición estaba por fracasar, porque el vuelo de retorno a Montevideo partía esa misma noche, alguien gritó "¡allá está!, ¡allá está!", señalando hacia una esquina del camarín, en la que sólo se veía gente, como en el resto del recinto, con una diferencia que empeoraba las condiciones de la búsqueda: la escena estaba envuelta en una nube de humo.

Era, al cabo, la señal salvadora: detrás del gentío, bajo una percha de la que colgaba su ropa, en forma solitaria y casi desapercibida para el prójimo, estaba Romario, fumando un imponente habano, en silencio y con la mirada perdida, y el éxtasis que experimentaba con cada bocanada reflejado en sus ojos.

El mejor jugador de América de 2000 era así, en suma. De esa manera vivía, jugaba y metía goles; aquel año, 72 en 73 partidos: de "otro mundo", como dice Tabárez a menudo.

PUNTA DEL ESTE

Amigos - Cartas y champán...

Parte de la invitación al ganador para asistir a la velada de su premiación ha sido extender el convite a los allegados que el jugador desee tener en tal instancia al lado suyo. Inefable, como siempre, Romario trajo un séquito de diez amigos, con los que —champán y juegos de naipes mediante— no se movió del entorno de la piscina del Hotel Conrad. Así, al irse, los gastos extra en los tres días de estadía del equipo, estuvieron a tono con lo que su principal figura: ¡USS 18.000!

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El Dr. Daniel Scheck, Administrador General de El País, premió a Romario. Foto: Archivo El País.

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