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Richard Pellejero, el capitán de Cerro, dice adiós

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Cerro
Francisco Flores

CERRO

El volante jugará por última vez ante Wanderers y colgará los zapatos. En el barrio hay una agrupación que lleva su nombre y más de una vez se llenó el alma pintando el salón de un CAIF.

"¡No te vayas, viejo! Quedáte un poco más”, le piden los jugadores de Cerro a Richard Pellejero, quien se prepara para jugar, en el Parque Viera y ante Wanderers, su último partido. “Ves que se suspendió la fecha; el fútbol no quiere que te vayas”, insisten sus compañeros en el vestuario albiceleste.

“En estos días tengo sensaciones de todo tipo. Era algo que veía muy lejano y ahora faltan sólo horas. Fue una decisión que tomé a principio de año y la mantengo”, afirmó el capitán de Cerro en el muelle de la playa del barrio donde se crió y que ama.

Cumplió 43 años en mayo, pero está impecable físicamente y sus ganas de ir a entrenar siguen intactas. Pero su cabeza se cansó. “Este último año en el club del que hoy me despido y, que es el de mis amores, fue muy complicado. Cerro no está en las mejores condiciones ni en lo deportivo ni en lo institucional y cuesta mucho mejorar las cosas. Es mucho tiempo tratando de aportar algo para mejorar el fútbol, pero cuesta. Y no sólo en Cerro, en la mayoría de los equipos, pero llega un momento que todo eso te cansa”, explicó quien se acostumbró a llevar una mochila muy pesada en el club, demasiado para un jugador por más capitán que sea.

“Los compañeros me dicen que me quede un año más. Y las ganas siempre están. Yo soy feliz jugando, más en Cerro, que es mi segunda casa. Pero hay muchas cosas de las que me he hecho cargo y no me arrepiento. Si tuviera que jugar diez años más al fútbol, volvería a cargar esa mochila porque he defendido siempre mis principios y los de mis compañeros, con errores y virtudes”, reconoció Richard. “Hoy por suerte tengo un nombre, pero más que nada siento respeto en el fútbol. Y al pasar raya, eso quiere decir que caminaste bien en el fútbol. Ese respeto y ese cariño son cosas que me llevo para siempre”.

La cantidad de mensajes que ha recibido en estos días por su retiro, de entrenadores, excompañeros y hasta periodistas, lo confirman. Entre ellos uno de Matías Cabrera, a quien considera un hermano, y de Rodrigo Mora, quien lo invitó a su despedida, pero no pudo estar porque ese día jugaba Cerro.

“En un vestuario hay 30 jugadores y son 30 problemas diferentes. Todos esos problemas, más los del club, son muchos. Y uno sin querer los traslada a la casa y eso genera más problemas. Muchas veces llegaba a casa y a los problemas que todos tenemos en la vida cotidiana, le sumaba los de los demás. Se va haciendo una bola y a veces terminaba discutiendo o teniendo un problema en casa por cosas externas. Pero había asumido ese rol y no me arrepiento. Siempre traté de defender al máximo a mis compañeros y ellos saben que di todo. Es que en el fútbol uno tiene que hacer de dirigente, de entrenador, cargar cosas, prestar plata. Son cosas que no pasan sólo en Cerro. Siempre quise que el jugador fuera respetado y que fuera profesional. Y hoy lamentablemente, la mayoría no lo somos”.

Pellejero

VESTUARIO. Sabe que el vestuario es lo que más va a extrañar a partir del lunes. “No tener que madrugar e ir a compartir un mate con mis compañeros es lo que más voy a extrañar. El entrenamiento a mí me gusta mucho, pero eso lo voy a seguir haciendo. Hoy en el vestuario hay un grupo muy bueno y humano, que no merece este final. Venimos sufriendo muchísimo desde enero y siempre que hubo que poner la carita este plantel lo hizo. Ojalá que el año que viene les espere un futuro mejor”.

Richard salió del baby fútbol de Cerromar y llegó a Cerro con 13 años recién cumplidos. Toda su familia era hincha del club y él siguió los pasos de su hermano mayor, que ya jugaba en las juveniles.

Defendió diez camisetas diferentes, aunque en Cerro vivió cinco etapas distintas. En el momento del retiro, elige sus mejores momentos. “Cuando pasé de Cerro a Nacional fui Campeón Uruguayo dos años. En Nacional viví uno de mis mejores momentos, tenía un mejor fútbol y más experiencia. Luego fui a Fénix y ganamos la Liguilla. Y cuando volví a Cerro y otra vez gané la Liguilla, pero con mi club. Ese título del 2010 con Eduardo Acevedo fue el que más me marcó. Fui el que levantó esa copa. En los pocos logros que tiene la institución mi cara está plasmada en cada cuadro. Tengo esa fortuna”.

No niega que varias veces soñó o imaginó cómo sería su último partido. “Sé que va a haber mucha emoción. Tengo como 30 o 40 personas que había invitado; amigos de la infancia. No sé si ahora que se cambió para el jueves podrán ir todos. Y ver a mi familia en la tribuna, aunque hay dos personas que ya no están, que son mi padres: los responsables de que yo sea hoy la persona que soy. Me hubiera gustado que estuvieran ahí para darles un abrazo y agradecerles por mi carrera, de la que fueron los grandes artífices. Pero sé que igual, de algún modo, van a estar”.

AYUDAR AL BARRIO. La agrupación Richard Pellejero fue formada por una quincena de hinchas de Cerro hace ya cuatro años. El objetivo es ayudar al barrio de diferentes maneras. “Yo me comprometí con ellos y he ido a jardines o a los CAIF a arreglar los toboganes o a pintar un salón; o tratar de conseguirles algo que necesiten. Es importante para el barrio, que es muy carenciado, pero sobre todo para los niños. A veces dejé de compartir un día con mi familia para ir a pintar un salón, pero ver al otro día la felicidad de los niños es algo divino que te llena el alma”.

Obviamente, tras el retiro, quiere seguir dentro del fútbol. Es entrenador recibido y está a punto de terminar el curso de gerencia deportiva en la Mutual. “Dirigir Cerro es el sueño que tengo. Y me lo piden los hinchas. Ojalá se dé y pueda conseguir cosas más importantes que las que logré como jugador”.
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familia

Siguió en el ómnibus para hablar de amor

Como no podía ser de otra manera, conoció a Daniela, su esposa, en el Cerro. Estaba en Cuarta División y ella estudiaba en el liceo 11. “Nos cruzábamos en el ómnibus y ahí empezamos mirada va y mirada viene. Ella se bajaba unas cuantas paradas después de casa y un día no me bajé. Me bajé con ella y nos pusimos a charlar. Así formamos la hermosa familia que tenemos”, contó el padre de María Pía, de 13 años, y Valentino, de 9. “Ellos disfrutan de lo que hago, pero también entienden que le quito mucho tiempo a la familia. Lo del retiro los emociona. Lo hemos hablado y hemos llorado todos juntos”.
Valentino es zurdo y juega adelante, pero hace fútbol sólo en el colegio porque Richard nunca pudo llevarlo al baby fútbol. El año que viene lo hará.

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