DESDE EL ARCO
JOSÉ MASTANDREA
Cinco fechas bastaron para que se cortara el proceso de Eduardo Domínguez en Nacional. Está escrito. Todo dependía de la dirigencia, si tenía espaldas o no para soportar una derrota más y resisitir la presión de los hinchas. No pudo hacerlo. Y es lógico, más allá de que a muchos les cueste entenderlo. Cuando no se gana, cuando no se puede plasmar una idea, cuando se pierde seguido, es muy difícil de bancar a cualquier entrenador. Y no me vengan que esto pasa solo en este país. Alcanza con elevar la vista y mirar lo que sucedió en estos días en el Real Madrid. Tres entrenadores en una misma temporada.
El fútbol es así. Guste o no, mandan los resultados y es, en definitiva, lo único que importa.
Ahora llegó el turno para Álvaro Gutiérrez, un hombre de la casa, ganador por donde se le mire y con aire suficiente como para bancar algún resultado adverso.
Estuvo en consideración antes de que nombraran a Domínguez, pero “su fútbol” no era del paladar de algunos.
¡Qué ironía! Un entrenasor que ganó un torneo sumando 42 de 45 puntos y venció en una final por el Uruguayo a Peñarol. Así estamos. A veces ganan los pro Barcelona. No se dan cuenta que ganar es todo. Ni lindo ni feo.