Publicidad

El leitmotiv del profe Valenzuela: ¡alentar!

Compartir esta noticia
Alejandro Valenzuela abrió las puertas de su casa para mostrar su colección de camisetas, los trofeos y repasar su carrera. Fotos: Leonardo Mainé.

peñarol

El preparador físico estaba suspendido en la final, pero pudo cumplir con el “Lolo” Estoyanoff y tirarse con él a la fosa del estadio celebrando el Uruguayo de Peñarol

Alejandro Valenzuela abrió las puertas de su casa. Fotos: Leonardo Mainé.
Alejandro Valenzuela abrió las puertas de su casa para mostrar su colección de camisetas, los trofeos y repasar su carrera. Fotos: Leonardo Mainé.
Alejandro Valenzuela abrió las puertas de su casa para mostrar su colección de camisetas, los trofeos y repasar su carrera. Fotos: Leonardo Mainé.
Alejandro Valenzuela abrió las puertas de su casa para mostrar su colección de camisetas, los trofeos y repasar su carrera. Fotos: Leonardo Mainé.
Alejandro Valenzuela abrió las puertas de su casa para mostrar su colección de camisetas, los trofeos y repasar su carrera. Fotos: Leonardo Mainé.
Alejandro Valenzuela abrió las puertas de su casa para mostrar su colección de camisetas, los trofeos y repasar su carrera. Fotos: Leonardo Mainé.
Alejandro Valenzuela abrió las puertas de su casa para mostrar su colección de camisetas, los trofeos y repasar su carrera. Fotos: Leonardo Mainé.
Alejandro Valenzuela abrió las puertas de su casa para mostrar su colección de camisetas, los trofeos y repasar su carrera. Fotos: Leonardo Mainé.
Alejandro Valenzuela abrió las puertas de su casa para mostrar su colección de camisetas, los trofeos y repasar su carrera. Fotos: Leonardo Mainé.
Alejandro Valenzuela abrió las puertas de su casa para mostrar su colección de camisetas, los trofeos y repasar su carrera. Fotos: Leonardo Mainé.
Alejandro Valenzuela abrió las puertas de su casa para mostrar su colección de camisetas, los trofeos y repasar su carrera. Fotos: Leonardo Mainé.

El profe estaba en su escritorio, el lugar donde pasa muchas horas planificando los entrenamientos. Allí muestra orgulloso el escritorio medallero que su esposa le mandó a hacer especialmente para que exhibiera todas las medallas que ganó en su extensa y exitosa carrera. Entre ellas están las 22 de oro y las seis de plata de Catar. Y en el medio luce la que ganó el fin de semana pasado al salir Campeón Uruguayo con Peñarol. En ese mismo lugar guarda más de 300 camisetas. Muchas que le regalaron sus jugadores, esas son las especiales y ocupan un lugar privilegiado, y otras que él mismo cambió. También están los zapatos de Nadir Belhad, el argelino que se los obsequió tras ser elegido el mejor jugador del campeonato de Catar. Y un collage sobre toda su carrera. Además de sus frases de cabecera. “Es preferible festejar poco pero seguido, que hacerlo mucho pocas veces”. Y “en el fútbol hay que ganar la guerra, para vivir en paz”.

“Estábamos en Al-Sadd con Fossati y jugábamos la final de la Copa del Príncipe frente al Al-Rayyan de Diego Aguirre. Íbamos en el bus y agarré al micrófono y le dije a los futbolistas, en mi inglés que es como el de los indios, que los felicitaba de antemano. Que no me importaba cual fuera la medalla que ganaran, si de oro o de plata. Que los felicitaba por su actitud. Y les dije que si era de plata mejor, porque no tenía ninguna. ¡Y después de eso perdimos seis finales seguidas y pasé a tener seis de plata!”, contó Alejandro Valenzuela, frente a la hermosa vista de su apartamento en el piso 17 de las torres Diamantis.

Tras perder seis finales de las muchas copas que se juegan en Catar, varias amistosas, el profe le cambió el discurso a los jugadores. “Previo a la final de la copa del Emir, les dije que mi señora me había dicho que si no le llevaba la medalla de oro no dormía en mi casa. ¿Me imaginan ‘sleeping in the car’?, les pregunté. Y con 50° de temperatura. Y como ellos se creen todo, ganamos y en el festejo me tiraban para arriba y cantaban que yo no iba a dormir en el auto”.

DURAZNO. El profe nació en Durazno, en una familia con seis hijos. Es el segundo de los cinco varones, porque la única mujer demoró en llegar, fue la última. “En mi familia, eran carreros, sacaban arena del río Yi, pero cuando yo nací ya tenían un camión. Todos mis hermanos son camioneros, yo fui el que nací con pocas condiciones para manejar. Por algo mi padre le pedía a mi hermano menor que atracara el camión y nunca a mí”. Poco le importaba porque siempre tuvo claro que quería ser profesor de Educación Física. Seguramente, porque era muy bueno en los deportes. “Al fútbol jugaba suelto, de enganche, en tierra de nadie. Me defendía”, contó quien cuando ya estaba en Montevideo estudiando fue a probarse a Nacional porque su entrenador en Durazno era muy amigo de Carrasco. Y quedó, pero cuando se comparó con el ‘Puro’ Beninca, se dio cuenta que no era para él. Y siguió yendo los fines de semana a jugar al Racing de Durazno. Aunque también pasó por Cerro, Sud América y a Atlanta de Pando. En ese momento ya daba clases en el liceo de Pando y en la Escuela de Aeronáutica.

Valenzuela también es técnico. Hizo el curso de noche cuando estaba en tercer año de Educación Física y tenía tiempo libre. “Me sirvió mucho para entender a los entrenadores, para comprender la profesión. Sólo una vez tuve una oferta para dirigir y mi señora me dijo que no agarrara, que yo era profe. Siempre consulto todo con ella y tenía razón”, relató sobre Gilma Belén a quien sacó a bailar para hacerle una pierna a un amigo en un baile en Durazno y se enamoró. En esa época Racing de Durazno le pagaba el pasaje para ir a jugar los fines de semana. Pero él hacía dedo para tener plata y salir con ella. Aunque los dos son de Durazno, se casaron en Pando. Su primera casa fue en la ruta 101. “No teníamos nada, nada. Bajábamos los bichos de humedad con la escoba. En 1992 tras una gira con Peñarol pude comprar un traspaso por el Banco Hipotecario donde ya éramos ahorristas, y nos mudamos para Pando. De ese viaje, a mi madre le traje de regalo el aceite de oliva del avión y a mi padre la botellita de vino”.

Son padres de Agustín, el que más sufrió siendo un adolescente cuando su padre trabajaba en el exterior. “Si hay algo que cambiaría en mi vida es haberle dado más tiempo a mi hijo. En Catar yo tenía un año más de contrato y me vine por él”.

En su primera etapa en Catar fue con Fossati por cinco meses y se quedaron tres años. Luego regresaron un año más y tras separarse del entrenador con quien también trabajó en la selección uruguaya, los árabes del Al-Sadd, le hicieron un contrato independientemente del técnico que viniera. Al principio Catar le costó, pero terminó siendo uno más y con los árabes diciéndole que tenía que ser musulmán. “No soy creyente, pero respeto todas las religiones. Usaba muchas cosas del Corán y de Mahoma para motivar a los jugadores”, dijo sobre el lugar que considera espectacular para trabajar y al que le gustaría regresar. “Es muy lindo y para trabajar tenés todo. Y en los partidos cero presión. Para ellos ir a un partido o a un shopping es lo mismo. Dos horas antes de jugar un clásico, yo estaba en la piscina, algo inentendible para nosotros”.

profe es sobre todas las cosas, un gran motivador. “Hasta el 2011 tuve traductor, pero después les hablaba yo en inglés. Soy muy pasional y quería trasmitirlo yo. Y lo árabes me pedían que después de la charla del entrenador, los motivara yo. ‘Motivation, motivation’, me pedían los managers del club.

AURINEGRO. Valenzuela trabajó por primera vez en Peñarol en 1991, en Cuarta División. Volvió a hacerlo en 1992 con el yugoslavo Ljubo Petrovic. Quien hizo famosa la frase “Catastrofa” cuando su equipo debutó en el Paladino en un día ventoso y lluvioso. Y el que un día, tras el clásico de la cadenita que terminó 0 a 0, sin despedirse de nadie desapareció del Uruguay. “Trabajé 105 días con el técnico campeón de Europa, que venía del Estrella Roja. Era muy inteligente, pero un personaje”, recordó, quien regresó cuatro años después a Los Aromos con Fosatti. Salió campeón y fue parte del Quinquenio. “En el 96 sufrí mucho porque me había ido perdedor en el 92. Quería regresar para ser campeón. Sentía mucha presión. Esta vez lo disfruté mucho más”, afirmó sobre el Uruguayo que ganaron hace una semana.

A Diego López lo tuvo como jugador en River Plate con Fosatti. Incluso quisieron llevarlo a Peñarol al año siguiente, pero estaban Aguirregaray y Gutiérrez. También lo tuvo en la selección. Luego, el hoy entrenador aurinegro quiso llevarlo al Cagliari, pero estaba en el Al-Sadd y no pudo salir. Cuando agarró Peñarol, López lo volvió a llamar y le dijo que no podía volver a negarse. Trabajó muy cómodo con el “Memo”. “Me dejó trabajar y hablar. Es humilde: sabe escuchar e interpretar. Apoyó a los jugadores y les dio confianza. Es respetuoso. Trata de convencer sin imponer. Y mantiene la calma en situaciones desfavorables”, dijo sobre el técnico.

“Tengo una gran pasión por mi trabajo y vivo para los jugadores. Para mi la figura es el jugador, estoy siempre pendiente de ellos y vivo para ellos. Mi teoría es alentar, alentar y alentar. Y siempre quiero aprender. No tengo vergüenza si un jugador me habla de un método moderno que vio en internet y que no conozco. Un ejercicio o una máquina. Enseguida lo busco y si es mejor que lo que hago, lo cambio”, contó, quien reconoció que sigue tan ansioso como antes. No puede controlar la ansiedad. Por eso lo echaron frente a Defensor Sporting: por entrar a la cancha a darle Gatorade a Gargano. Y no pudo estar en la final. La que vio por televisión en el bar del exárbitro Fernando “Tano” Cabrera, porque su esposa no quiso que la enoloqueciera en su casa. Recién cuando terminó el alargue se fue volando para el estadio. “Me llevó el profe Sanguinetti, lo hice agarrar contramano y corrí dos cuadras cruzando el Palermo. No me querían dejar bajar a la cancha. Pero al final puede festejar con el Lolo (Estoyanoff) que el primer día me dijo que nos íbamos a meter los dos en la fosa cuando saliéramos campeones. Permanentemente, estaba eso. Yo le dije que estaba suspendido, y él que no importaba, que me iba esperar en la cancha aunque se apagaran las luces del estadio. Y lo hicimos”.

Como no iba a estar, Valenzuela preparó un video que los jugadores vieron en el ómnibus cuando iban hacia el estadio para jugar el clásico. “Antes hacía carteles, ahora uso la tecnología, je”. Lo grabó en el vestuario donde están escritos los cinco valores que fueron votados por los propios jugadores durante la pretemporada: humildad, sacrificio, responsabilidad, solidaridad y perseverancia. Son también los suyos. Los que lo llevaron a organizar una clínica junto a Sergio Markarian para juntar dinero. Y puso lo que faltaba para comprarle una casa a su excompañero el “Bombón” González.

selección

El vestuario más triste de su carrera

Para Valenzuela llegar a la selección donde estuvo en 2004-2005 con Fosatti fue lo máximo. “No teníamos las condiciones que tienen hoy, pero sí un grupo muy bueno de jugadores. Aunque no actuaban mucho en sus equipos. Diego López y Forlán, cuando pasó a Villarreal, eran los que más jugaban. Ellos pagaban por venir, hacían un gran esfuerzo. Me molestaba cuando le gente decía que no querían venir, no era cierto. Cometimos más errores los técnicos que ellos. Aquel vestuario tras quedar eliminados con Australia, fue el más triste de mi carrera”.

¿Encontraste un error?

Reportar

Te puede interesar

Publicidad

Publicidad