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No hay motivos para tanto pánico

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Cuando era un niño, más de una vez, me agarré a puñetes con mi hermano mayor. Por todo. Motivos sobraban.

Por lo mismo, cuando ocurría uno de estos eventos, el tema no causaba mucha alarma en el hogar.

Con Uruguay y Chile me pasa lo mismo.

Partamos en orden. Lo sucedido en los cuartos de la Copa fue lamentable: el dedo de Jara, la reacción de Cavani, la violencia de Fucile, el descontrol celeste. Pésimo. Pero lo de esa noche no fue más que otro capítulo de duelos plagados de incidentes.

¿O usted no ha escuchado de la pelea en el camino a los vestuarios en el juego para Alemania? ¿O nadie recuerda la agresión con una manzana al árbitro Jesús Díaz en Santiago para México 86? ¿O el lanzamiento de una fruta al balón por parte de Venancio Ramos cuando Aravena iba a lanzar un tiro libre? ¿O el golpe de Chavarría a Francescoli en las eliminatorias a Francia? ¿Y el patadón de Montero a Cornejo en ese duelo?

Que se agarren chilenos y uruguayos es cuento viejo. Por lo mismo, no veo motivos para tanto pánico por el juego del 17 de noviembre. La Roja ya se presentó en la ciudad donde más se vive el sentimiento antichileno: Lima. Y pese a los excesos de los locales el resultado fue claro: 4-3. Lo preocupante en Montevideo es otra cosa. Es la sed de revancha futbolística.

Uruguay quiere borrar la imagen del 1-0. Y buscará vengarse con goles. Si los hinchas gritan o si la cancha no tiene el césped ideal, se arregla. Pero si Cavani y compañía quieren masacrar a goles (menos mal que no está Suárez), esa es amenaza titánica. Y es el gran monstruo que estará en Montevideo.

PABLO ARAVENA- EL MERCURIO

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