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¿Por qué no se ganó al hincha?

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¿Adiós? “Si soy yo el que estoy mal no tengo problema en irme”, explicó ayer tras la derrota.
[[[FERNANDO PONZETTO ]]]

“Polilla”, dos veces campeón con Peñarol, tiene una relación fría con la parcialidad del club.

Si alguien que no conoce el fútbol uruguayo lee los números de Jorge Da Silva al frente de Peñarol, pensaría que el entrenador tiene ganado con creces el cariño de los hinchas. Sin embargo, la relación entre el "Polilla" y la parcialidad aurinegra se mantiene distante, casi como el primer día, en su anterior ciclo, cuando puso un pie en Los Aromos.

No está apuntado por los fanáticos ni le piden su renuncia con cánticos desde la tribuna, pero no le muestran el apoyo que han tenido otros técnicos en estos últimos años: Gregorio Pérez, Mario Saralegui, Diego Aguirre o Pablo Bengoechea, por nombrar algunos casos.

¿Por qué no tiene la banca del hincha, entonces? Hay varios puntos a analizar.

En sus dos ciclos llegó luego de que la dirigencia decidiera interrumpir los contratos de dos ídolos: Don Gregorio, primero, y el "Profesor", después, hechos que generaron el malestar de los "manyas".

Otro aspecto que puede ser determinante es que no es del riñón del club: en su época de futbolista, en Uruguay solo jugó en Defensor Sporting.

Además, carga con la mochila de las malas campañas internacionales: dirigió a Peñarol en dos Libertadores (2012 y 2016) y una Sudamericana (2016) y nunca logró pasar la primera fase.

Pese a ello, los números crudos avalan su gestión en ambos pasajes. Fue campeón en 2012/2013 y en 2015/2016. En total, sumando tanto el plano local como el internacional, obtuvo 139 puntos de 225 posibles (62% de efectividad), producto de 41 victorias, 16 empates y 18 derrotas. Anotó 140 goles y recibió 79, lo que le da un saldo de +61.

Asimismo, muestra un buen historial ante Nacional. Dirigió cinco clásicos de los cuales ganó dos, empató dos y perdió uno solo.

Ayer, Da Silva reconoció que esta situación lo tiene cansado. Semana a semana parece estar rindiendo examen sin tener margen de error.

La hinchada no lo tiene entre ceja y ceja, pero tampoco da señales de apoyo. Por eso es una relación distante, fría. Eso quedó demostrado el 12 de junio en la final ante Plaza. Cuando Peñarol se consagró campeón, el Estadio Centenario se unió en un solo grito: "¡Olé, olé, olé, olé, Pablooo, Pablooo!".

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¿Adiós? “Si soy yo el que estoy mal no tengo problema en irme”, explicó ayer tras la derrota.

PEÑAROLÁNGEL ASTEGGIANTE

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