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El día que se “derrumbó” el Estadio Centenario

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Foto: archivo El País.

HACIENDO HISTORIA

En noviembre de 1933, una avalancha en la tribuna Colombes provocó un gran susto, interrumpió un clásico y dejó unos 30 heridos. Pero el estadio sobrevivió...

"¡Se cae el estadio!", dicen que alguien gritó. Y miles de personas lo imaginaron cuando desde la tribuna Colombes comenzó a deslizarse una avalancha humana en pleno clásico. Ese día nació la leyenda “El día que se derrumbó el Centenario”. Al final resultó solo un enorme susto, aunque unas treinta personas terminaron con fracturas. Y se incorporó a los episodios notables del Campeonato Uruguayo de 1933, el torneo más increíble de la historia, repleto de figuras, proezas, controversias y anécdotas.

Fue el segundo Uruguayo de la era profesional y los dos grandes pusieron en la cancha todo su poderío deportivo y económico. Nacional, con su famosa “Máquina alba” (José Nasazzi más Domingos Da Guía más Pedro Petrone), se puso al frente en la primera rueda. Peñarol, con el implacable goleador Pedro Young, consiguió acercarse en la segunda. Quedaba todavía una tercera rueda, donde el mano a mano fue electrizante.

Y llegaron al clásico del domingo 19 de noviembre con Peñarol un punto arriba de Nacional, que tenía un partido menos. La expectativa determinó que prácticamente se agotaran las entradas, con una recaudación de 37.384 pesos, que según El País de ese día batió “todos los récords en América del Sur en toda clase de espectáculos públicos”. La concurrencia se estimó en 80.000 espectadores, en un Centenario más chico que el actual, pues las tribunas Amsterdam y Colombes tenían solo dos tramos y la América uno. ¿Cuántas localidades se vendieron? Sería un tema de debate e investigación en los días posteriores.

Después de un preliminar con el clásico de los equipos de reserva, jugado bajo clima candente según la prensa, y un homenaje a remeros uruguayos que se habían destacado en Argentina, a las cinco de la tarde se inició el encuentro de fondo.

Cuando iban diez minutos, sin embargo, todos miraron hacia la Colombes. Las crónicas cuentan que decenas de personas comenzaron a caer desde esa tribuna hacia el talud, mientras se escuchaban dos estampidos, probablemente dos petardos. Muchos aficionados saltaron a la cancha, tratando de salvarse ante el temor que asaltó a la multitud: “¡Se cae el estadio!”. El Centenario había sido construido tres años antes para el Mundial de 1930, a toda velocidad, y tal vez más de uno pensó que eso pudo afectar la estabilidad de sus instalaciones.

El juego se interrumpió durante unos 15 minutos. La policía primero y la Asistencia Pública después atendieron en plena cancha a los contusos, heridos o simplemente atemorizados. Unas 30 personas sufrieron fracturas en brazos, piernas o clavículas.

Calmado el nerviosismo general, el partido se reanudó con un cordón policial rodeando el campo. En los últimos 20 minutos, Peñarol se quedó con el triunfo: convirtieron Anselmo y Young de penal. Algunos de esos policías fueron a abrazar al goleador... De esa forma el aurinegro se acercó al título: alcanzaba con ganarle a Sud América en la última fecha.

Al otro día, el periodismo sacaba cuentas sobre el público que había asistido al Centenario. La capacidad oficial era entonces de 63.250 espectadores. La Liga Profesional, que manejaba el Campeonato Uruguayo, había puesto a la venta 51.000 entradas, estimando que los socios de Peñarol -con ingreso libre como locatarios- serían unos 12.000.

Sin embargo, se informó que el furor que despertó el clásico determinó que en los días previos miles de personas se asociaran al club. El Diario denunció además una falsificación de entradas. Y se habló de los excesos en la distribución de entradas de favor.

Las autoridades de CAFO salieron a aclarar que la estructura del Centenario era muy sólida. Y, al mismo tiempo, iniciaron una investigación interna para aclarar cuánta gente entraba realmente en sus tribunas. El País reclamó al otro día iniciar la ampliación del Estadio: “Ahora el gran templo deportivo es incapaz de contener una enorme cantidad de aficionados”. Pero ese plan recién se concretaría en 1956.

¿Qué había ocurrido durante el clásico? Algunos espectadores en la Colombes trataron de ver mejor entre la multitud subiéndose a unos cajones de madera (o a un tablón sostenido por dos cajones, según otra versión). La madera no resistió, esa gente cayó y arrastró hacia abajo a otras personas, hasta formar la avalancha. Sin embargo, un lector identificado como “Uno que dice la verdad” envió una carta a El Diario asegurando que todo había empezado con una pelea seguida por un tumulto.

El de 1933 fue el torneo de los hechos inesperados. Una semana más tarde, Peñarol solo pudo empatar con Sud América, por lo cual los grandes terminaron igualando el primer puesto. Nadie imaginaba que el título se resolvería recién 364 días más tarde del “derrumbe” del Estadio, el 18 de noviembre de 1934, luego de tres finales e incontables discusiones. En ese lapso se registraron el famoso gol de la valija, las decisiones del tribunal arbitral, el recordado “pico” de los nueve contra once... Y el campeón fue Nacional al imponerse 3 a 2.

De aquel “derrumbe” pasaron ya 85 años. El Centenario sigue allí, con su cancha tan ajetreada, sus taludes vacíos, su futuro incierto ante el Mundial 2030. Pero el hormigón de sus tribunas ha resistido, sano y salvo, cientos de clásicos.

Foto: archivo El País.
Foto: archivo El País.

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