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Se cumplen 60 años de la llegada de Spencer a Peñarol

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HACIENDO HISTORIA

La contratación del ecuatoriano provocó expectativa pero también dudas por venir de un país sin nombre en el fútbol. Terminaría siendo un goleador histórico.

La tarde del lunes 22 de febrero de 1960, un grupo de periodistas y fotógrafos concurrió al Aeropuerto de Carrasco con una mezcla de expectativa, curiosidad y dudas: llegaba un delantero extranjero contratado por Peñarol, pero era ecuatoriano, un país alejado entonces de los grandes centros del fútbol mundial. Por la escalerilla del avión bajó un moreno flaco, alto y con una amplia sonrisa, que respondería con goles y títulos todas esas preguntas.

La historia de Alberto Spencer comenzó en realidad en Ancón, la principal ciudad petrolera de Ecuador. Allí se estableció la compañía británica Anglo Ecuadorian Oilfields Limited. Uno de sus funcionarios se enamoró de una mujer ecuatoriana. Se casaron y tuvieron 13 hijos. El penúltimo de ellos era Alberto.

Sus aptitudes para el fútbol lo hicieron conocido en su pueblo y luego en toda la zona del Guayas. A los 14 años lo convocaron para jugar con un combinado de Guayaquil. En 1953, su hermano Marcos, también futbolista, lo llevó al club Everest, aunque llegó a reforzar a los más poderosos Emelec y Barcelona en partidos internacionales. Claro que su fama, en aquellos tiempos de rudimentarias comunicaciones, no iba más allá de la comarca.

A mediados de 1959 Peñarol se presentó en Guayaquil para disputar el torneo de inauguración del estadio Modelo. Le tocaba jugar con Emelec a segunda hora, por eso el entonces técnico aurinegro Hugo Bagnulo se puso a mirar el preliminar entre Barcelona y Huracán de Buenos Aires. Y le llamó la atención el rendimiento del delantero del club local. En el siguiente partido, ese delantero enfrentó a Peñarol y le marcó un golazo. Se trataba, por supuesto, de Spencer.

Bagnulo se lo comentó al presidente del club, Gastón Guelfi, y surgió la idea de contratarlo, pero no pudo ser: el torneo quedó sin definición y el club tuvo que volver de apuro porque comenzaba el Campeonato Uruguayo.

En diciembre de ese mismo año se jugó un Sudamericano Extra en Guayaquil. Juan López, el técnico campeón en Maracaná, fue contratado para dirigir a Ecuador. Y puso como titular a Spencer. El torneo también permitió verlo en acción, aunque el seleccionado local entonces era muy flojo. Sin embargo, López también destacó las aptitudes del morenito.

En Peñarol se terminaron de convencer y en enero de 1960, Guelfi viajó a Ecuador para conseguir su pase. Mientras tanto, estaba pendiente la definición del Campeonato Uruguayo del 59: los grandes empataron el primer puesto pero los aurinegros, cuyo rendimiento había caído en las últimas fechas, lograron postergar la final hasta marzo).

Everest lo cotizó en 10.000 dólares, un precio elevado para la época. Pero como ya el jugador ecuatoriano se había hecho cierto nombre también en Montevideo, Nacional entró en la puja y ofreció 12.500. Incluso Bagnulo, desvinculado de Peñarol y en ese momento al frente de Defensor, le pidió al presidente Luis Franzini que lo trajera. La presencia de Guelfi en Guayaquil le permitió ganar la pulseada. De regreso, el presidente aurinegro pasó por Lima y contrató al argentino Carlos Linazza, del Centro Iqueño, recomendado por el nuevo DT del club, Roberto Scarone.

Sin embargo, Spencer se quedó en su país hasta febrero, pues tenía partidos pendientes con el Everest. Se despidió el día 17, con un amistoso ante Palmeiras. Y el domingo 21 de febrero emprendió el viaje hacia Uruguay, vía Buenos Aires. En Peñarol lo esperaban esa noche, pero el avión desde Guayaquil se demoró y se perdió la conexión. Finalmente, el lunes 22 arribó en un vuelo de Transcontinental.

El 25 de febrero pidió pase en la vieja sede de la AUF en la avenida 18 de Julio y se trasladó a Los Aromos. Dos días después, hizo fútbol por primera vez con sus nuevos compañeros. De nuevo acudió el periodismo para poder determinar cómo jugaba Spencer. Lo hizo por el equipo “verde”, el supuestamente titular, contra el “rojo”, por el color de sus camisetas. Salieron 3 a 3 y el ecuatoriano marcó el tercer gol de su formación. Pese a eso, El País tituló: “Spencer no se adaptó tanto como Linazza al juego de sus compañeros”.

Las dudas empezaron a despejarse el 8 de marzo, cuando el ecuatoriano se presentó por primera vez ante el público uruguayo: Peñarol le ganó 6 a 2 un amistoso a Atlanta de Buenos Aires y él convirtió tres goles.

Su debut oficial se registró en la postergada final clásica de 1959, el 20 de marzo de 1960, luego de una ardua e histórica batalla política en la Junta Dirigente de la AUF. No hizo goles pero le cometieron el penal que significó el segundo de Peñarol. Además, observó con asombro la gresca monumental registrada en ese encuentro y que determinó la expulsión de cuatro jugadores de cada equipo. El aurinegro se impuso 2-0, fue campeón y se clasificó a la naciente Copa Libertadores, que también ganaría.

Eran los primeros días de una década de triunfos peñarolenses, de la cual Spencer resultó pilar fundamental. Hasta hoy, el ecuatoriano de pique demoledor y cabezazo implacable es el mayor goleador histórico de la Libertadores, con 54 tantos, 48 de ellos por el aurinegro. Pero también fue “el hombre del gol importante”, porque más que el cuarto y el quinto de una goleada, él marcaba los decisivos para levantar trofeos.

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