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En coche: aquellas finales de Tokio y su premio de 4 ruedas

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Vasco
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haciendo historia

Los partidos por la Copa Intercontinental en Japón reconocían al mejor jugador con un cero kilómetro. Y
cada auto tuvo una historia detrás...

Todo era nuevo en febrero de 1981, cuando la Copa Intercontinental se disputó por primera vez en Japón. El patrocinio de la marca Toyota, más las gestiones de los dirigentes de Nacional encabezados por Dante Iocco, permitieron revitalizar una competencia que languidecía ante el desinterés de los clubes europeos, aunque esa solución terminó con los partidos de ida y vuelta para llevar la definición a un único encuentro en el Lejano Oriente.

Entre las sorpresas que deparó para los uruguayos la final Nacional-Nottingham Forest fue el descubrimiento del poder de los sponsors. El mejor jugador de la final recibía un Toyota cero kilómetro. Debe tenerse en cuenta que hace tres décadas, solo los cracks con varios años en primera división habían cumplido el sueño del coche propio. Y comprar un cero kilómetro no era para cualquiera. Ese año 81, y varias veces en el resto de la década, aquellos autos se metieron también en la historia del fútbol uruguayo.

Nacional fue campeón mundial con un gol de Waldemar Victorino. Y cuando terminó el partido, el delantero tricolor fue elegido como el mejor de la final. Recibió una llave gigante de coche y posó con el Toyota Celica blanco que estaba sobre un pequeño estrado, detrás de uno de los arcos. Era un coche de atrevidas líneas deportivas para la época.

“Hablamos de pedir el valor del auto y repartirlo entre todo el plantel, pero llegamos a la conclusión de que era poco dinero”, recuerda hoy Victorino. Entonces, el goleador tricolor pidió a los organizadores el mismo modelo, pero en rojo. Lo recibió algunos meses más tarde. Y pasó a ser propietario de tres autos: una Brasilia que había adquirido cuando pasó a Nacional en 1979, el Passat que el gobierno de la época dio de premio a los campeones de la Copa de Oro y el Celica.

Victorino cuenta que tuvo el Tuyota durante algunos años, el coche quedó aquí cuando se fue al Cagliari y al regresar lo vendió.

Cuando Peñarol llegó a Tokio en diciembre de 1982 como campeón de la Libertadores, el premio del auto ya era muy conocido. Los referentes del plantel, durante una reunión antes del partido con Aston Villa, propusieron que si algún jugador aurinegro ganaba, el Toyota se vendiera y se repartiera el valor entre todos. La excepción sería si lo obtenía alguno de los que no tenía coche todavía.

Entonces, el brasileño Jair pidió la palabra y anunció que no entraba en el acuerdo: si los organizadores le daban el auto se lo quedaría pero si lo obtenía otro y lo dividían, él no llevaría nada. Esa postura no cayó bien, pero el técnico Hugo Bagnulo evitó que la discusión continuara para que sus futbolistas no tuviera otra cosa en la cabeza que el partido.

Peñarol ganó 2 a 0, fue campeón del mundo, Jair marcó el primer gol… y le tocó el Toyota, que entonces era del modelo Carina. Posó sonriente con la llave junto al vehículo, en tanto alguno de sus compañeros de mayor trayectoria miraba con enojo a los dirigentes. Al regreso a Montevideo, el aurinegro disputó un par de partidos que le quedaban para ganar el Campeonato Uruguayo y Jair fue titular, como era habitual. Pero para la siguiente temporada ya no estaba en el plantel. Con el tiempo volvió a Montevideo para defender a Huracán Buceo. Por Internet se puede encontrar alguna declaración del brasileño en la cual se refiere al episodio con algún arrepentimiento.

La historia pudo ser diferente, porque el autor del segundo gol aquel día fue Walkir Silva. Pocos minutos después de convertir, el delantero riverense se perdió una oportunidad muy clara de marcar otro. Con dos goles en la final, el auto seguramente hubiera sido suyo.

En 1986, el campeón de la Libertadores fue River argentino, que viajó a Tokio para enfrentarse con el campeón europeo, Steaua de Bucarest. Los millonarios ganaron con un gol de Antonio Alzamendi. Y eso le valió al Hormiga el premio del coche. También en este caso estaba resuelto pedir el valor del vehículo. “Dividimos el dinero entre algunos colaboradores del cuerpo técnico, el equipier y cuatro compañeros que habían quedado en Buenos Aires”, relata Alzamendi.

El delantero se trajo la llave simbólica, que luego regaló a su hijo Juan Manuel, actual preparador físico en River uruguayo.

El último futbolista uruguayo en obtener el Toyota fue Santiago Ostolaza, autor de los dos goles de Nacional ante el PSV, en el encuentro de 1988 definido por penales a favor del campeón de la Libertadores.

El plantel tricolor había acordado pedir el valor del coche en caso de alcanzar el premio. Y así fue. Ostolaza posó con la famosa llave y el Toyota Carina, pero pidió el dinero a los organizadores. Un par de días después del partido, con la delegación todavía en Tokio, el Vasco recibió el valor del auto en efectivo: 12.500 dólares. Y de inmediato fue repartiendo los billetes entre todos sus compañeros, miembros del cuerpo técnico e incluso los colaboradores del plantel.

“Me hubiera gustado traerme la llave como recuerdo, pero no sé qué pasó y quedó allá. De todo eso queda solo el recuerdo de una hermosa experiencia”, comenta hoy.

Aquellos autos también son retazos del recuerdo de los tiempos bellos y ya lejanos en los que los clubes uruguayos competían por el título mundial.

Jair apoyado sobre el auto que ganó tras la final entre Peñarol y Aston Villa en 1982.
Jair apoyado sobre el auto que ganó tras la final entre Peñarol y Aston Villa en 1982.

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