OJO CRÍTICO
EDWARD PIÑÓN
Cuando los defensores del bloque defensivo esgrimen que nunca hay un partido aburrido, aunque se empate sin goles, porque hay que saber apreciar el éxito de la táctica y el laboratorio, seguro no tomaron en cuenta lo que podía llegar a darse en una contienda de alto vuelo sin gente en las tribunas.
A lo mejor este duelo entre Nacional y Peñarol termina siendo una revelación en cuanto a su desarrollo, pero está claro que será raro. Muy raro. Quizás de antemano no le calce bien el juicio de aburrido, aunque debo ser sincero y destacar que pierde el brillo del colorido, del bullicio futbolero. La maldita pandemia le roba el ADN al choque más hermoso que se pueda dar en el fútbol uruguayo.
Va a faltar el griterío infernal que provoca la salida de los equipos a la cancha, el aullido que nace con una pelota que pasa cerca del arco y el silencio va a dejar de atronar cuando un tiro libre se ejecute cerca del arco, porque la tarde será toda silenciosa y no se logrará apreciar esa diferencia.
Entonces, es raro. Y, aburrido de entrada, por lo que no va a tener. Porque le resultará extraño hasta a los jueces. Se pierde la esencia que lo transforma en especial. En vibrante desde que los equipos llegan al estadio.
Qué rabia que sea así.