Publicidad

Clásico ‘72: broncas y sonrisas dobles

Compartir esta noticia
Nilo Acuña convierte para Peñarol. Corrió a recibir en el área, bajó la pelota con el pecho y remató en la forma que muestra la flecha.

Un curioso empate, intenso, apasionado y lleno de polémicas, incluso con un penal atajado dos veces: tanto tricolores como aurinegros celebraron el resultado.

Los clásicos suelen ser intensos, polémicos, apasionados y por lo general dejan eufóricos a unos y amargados a otros. Resulta muy raro en cambio uno que sea intenso, polémico, apasionado —todo eso a la vez— pero cuyo resultado festejen los dos rivales. Como en la larga historia del clásico hay de todo, también hubo uno así, y se jugó por la primera rueda de 1972.

Terminó 1 a 1: el reparto de puntos a corto plazo sirvió a ambos, a mediano plazo favoreció a Nacional y a la larga fue provechoso también para Peñarol. La gran figura de esa tarde resultó Luis Cubilla, pero el héroe fue Walter Corbo, con una doble atajada en un penal que no registra parangón en los clásicos.

Otro tema muy comentado de aquellos días fue el pronóstico realizado por la computadora Honeywell Bull de una empresa local, que anticipó un 44% de posibilidades de empate, contra 31% de un triunfo tricolor y 25% de victoria aurinegra.

Aquel 1° de octubre de 1972, 61.969 espectadores pagaron su entrada, la convocatoria habitual de los clásicos de una era sin separación de hinchadas ni pulmones en las tribunas. El árbitro fue Armando Peña Rocha.

Nacional formó con Manga; Angel Brunel, Juan Masnik; Luis Ubiña, Julio Montero Castillo, Luis Cánepa; Luis Cubilla, Víctor Espárrago, Juan Carlos Mamelli, Ildo Maneiro y Julio César Morales. Peñarol (que usó medias amarillas y negras a rayas horizontales, una curiosidad de aquel año) lo hizo con Walter Corbo; Roberto Matosas, Edison Amoroso; Mario González, Nelson Acosta, Alberto Martínez; Nilo Acuña, Alfredo Lamas, Daniel Quevedo, Ramón Silva y Romeo Corbo.

El Nacional de Washington Etchamendi llegaba puntero, con cinco unidades de diferencia sobre Peñarol, en tiempos que el triunfo daba dos puntos. Se mantenía la base del campeón de la Libertadores y la Intercontinental 71, aunque con una ausencia notable: Luis Artime, transferido a Fluminense. En su lugar quedó sin embargo el catamarqueño Mamelli, que se convirtió en figura y goleador del campeonato.

El aurinegro intentaba recuperar terreno mientras llevaba adelante la difícil tarea de la renovación, tras el adiós a los monstruos de la década de 1960, limitado además por una severa crisis económica. Juan Ricardo Faccio era desde hacía poco tiempo el entrenador, tras la partida del veterano Ondino Viera al fútbol ecuatoriano. Pero los primeros resultados no fueron buenos.

El mediocampo tricolor era también el celeste, con Montero Castillo, Espárrago y Maneiro. Contra ellos se plantaron dos "tractores" de Paso de los Toros, llegados esa temporada de Huracán Buceo y River respectivamente: Acosta y Ramón Silva. Junto a ellos, un jugador más técnico, Lamas. Y Peñarol logró, sorpresivamente, el dominio del partido.

Cuando se llegaba a la media hora de juego, Peñarol se puso 1 a 0. La pelota cayó en el área y Nilo Acuña, cuya principal virtud era la velocidad, se metió entre los zagueros para definir sobre la salida de Manga. El primer tiempo se fue con esa victoria parcial aurinegra.

Doble penal.

A los cinco minutos del complemento se produjo la incidencia más controvertida del partido. Peña Rocha dio penal para Nacional, tras infracción de Amoroso sobre Mamelli. Lo ejecutó el lateral izquierdo Cánepa: fuerte, casi al medio. Corbo adivinó y rechazó el remate. Cuando la hinchada aurinegra lo celebraba y el juego parecía seguir, se vio el banderín en alto del línea Washington Ucha. Corbo se había adelantado, por lo cual había que repetir la ejecución. Después de un buen rato de inevitables protestas, volvió a tirarlo Cánepa. De nuevo fuerte y al medio, y de nuevo rechazó Corbo.

El golero aurinegro contó después que vio el rostro "rojo subido" del ejecutante cuando tomaba carrera para el segundo penal, seguramente debido a la bronca por haber fallado la primera ejecución. Entonces intuyó que iría al mismo lugar. Así fue: el violento tiro le rebotó en la rodilla y se fue al corner.

Peñarol lo festejó como un gol. Seguramente demasiado: Silva se lo fue a gritar a Ucha y Peña Rocha lo expulsó. "¿Por qué no lo hacés tirar otra vez?", le dijo el mediocampista al línea, según averiguó la prensa. Después, en el vestuario, el mediocampista asumió su culpa y pidió disculpas. "No sé qué me pasó. Los nervios me traicionaron ante la injusticia de la reiteración del penal. Soy el culpable de que nos empataran", dijo. "Cuando volví a la realidad, después de la segunda ejecución y la atajada, sentí que las tribunas me aplastaban", confesó en tanto un amargado Cánepa.

Con diez y sin uno de sus jugadores clave, Peñarol no pudo soportar el asedio de Nacional. Diez minutos después, Cubilla empató, girando sobre una baldosa en el área y pegando un puntazo de zurda al palo más lejano. El asedio siguió y hubo más posibilidades de gol para el tricolor. Y uno que el árbitro no concedió: un remate de Masnik dio en el travesaño, rebotó hacia arriba y cuando cayó, Montero convirtió, aunque cometiendo infracción según Peña Rocha. Más discusiones y polémicas. Y sobre el final, de nuevo Montero estuvo cerca, pero su tiro dio en la arista del palo.

Uno de los duelos del clásico se registró entre el puntero aurinegro Romeo Corbo (hermano del golero) y el marcador tricolor Ubiña. Generalmente ganó el puntero, obligando al Peta a exhibir su versión más ruda, que era temible. Pese a eso, al terminar el encuentro, Ubiña mostró su hidalguía: "Corbo es uno de los mejores punteros del país. Nuestro fútbol necesita jugadores así", aseguró.

Aquella tarde "ganaron" los dos. Nacional siguió primero y terminó conquistando el cuarto título consecutivo por amplio margen. Peñarol, sin embargo, comenzó a encontrar los hombres para la reconquista: el aurinegro campeón 1973-1974-1975 tuvo los goles de Fernando Morena, por supuesto, pero también la fuerza inclaudicable que Acosta y Ramón Silva ya mostraron en aquel clásico.

Y también "ganó" la tecnología, porque la computadora acertó el resultado. Quizás alguno pensó entonces que en 45 años más las computadoras avanzarían tanto como para anticipar exactamente lo que ocurriría en un clásico. Pero no: habrá que esperar otros 45 años.

El eterno femenino de una imaginativa pintora
Nilo Acuña convierte para Peñarol. Corrió a recibir en el área, bajó la pelota con el pecho y remató en la forma que muestra la flecha.

HACIENDO HISTORIA

¿Encontraste un error?

Reportar

Temas relacionados

clásicoHaciendo historia

Te puede interesar

Publicidad

Publicidad