DE VOLEA

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Sentado frente a una computadora, en la comodidad de una oficina de la calle Zelmar Michellini, es mucho más fácil decir qué se debe hacer; lo admito. Mucho más difícil es tomar decisiones en la sala de sesiones del Palacio Peñarol, porque afectan directamente a la institución y personalmente a quienes las toman, pues luego serán los juzgados. Es por eso que desde aquí, más que una crítica constructiva, va un punto de vista a fin de colaborar.

A Peñarol se le viene un 2020 difícil, en el que debe afrontar ciertas obligaciones económicas importantes. Es por eso que bajar el presupuesto resulta vital y eso significa perder poder deportivo. Los dirigentes aurinegros deben cuidarse del mensaje que bajan para no crear falsas expectativas como la de ganar la sexta Libertadores. Es más, creo que deberían mandar un claro mensaje que la prioridad institucional en la próxima temporada no pasa por ser campeón uruguayo, sino por subsistir, por sanear el club.

Sacrificar un año desde lo deportivo y apostar a juveniles le puede significar cimentar el camino de vuelta a la gloria en el futuro. En definitiva, el que avisa no traiciona.