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El carpintero entrenador

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Plaza Colonia

Eduardo Espinel da sus primeros pasos como técnico.

Toda persona que ha jugado o dirigido un partido de fútbol ha terminado enojado y con ganas de descargarse. Eduardo Espinel, entrenador de Plaza Colonia, no es la excepción, pero tiene una forma de liberarse: la carpintería.

"Me sirve como terapia, a veces llego y me descargo con el martillo", dice el técnico, entre risas. Espinel asumió la conducción de Plaza en la pasada temporada, en un momento complicado para el "Pata Blanca". Estaba en los últimos puestos de Segunda División, lejos de los lugares de ascenso. Tras un tambaleante comienzo, donde llegó a perder 7-1 ante Liverpool, hilvanó 18 partidos invicto, de los que empató solamente dos y consiguió el ascenso.

"Por currículum no me eligieron, seguro. Agarré el puesto porque siempre quise ser técnico y Plaza era mi chance", afirma Espinel, que al momento de la oferta estaba dirigiendo a nivel amateur, en Cardona su pueblo natal, donde vive hasta hoy.

Espinel sabía que a pesar de tener la chance de cumplir un objetivo, el volverse entrenador profesional trae presiones que lo amateur no tiene: "Juegan los resultados. Hay gente invirtiendo y si perdés la cosa empieza a fallar en el punto de vista de la organización y llega un momento que te dicen muchas gracias".

Luego de lograr el ascenso y consolidarse en primera, Espinel reconoce que hay diferencias entre equipos, pero no en lo futbolístico. "En la B el entorno que teníamos era muy bueno comparado con otros equipos, concentración, canchas, estar al día económicamente. Ahora en la A somos el que tiene menos", explica.

Además, para los equipos del interior hay algunas desventajas, que no son excusa, explica, pero que perjudican. "Si te corren un jugador y quiere apelar tiene que ir a Montevideo y hasta perderse una práctica".

Plaza apuesta a un equipo con jugadores identificados con el departamento y por esto le da prioridad a las divisiones inferiores. Una de las principales herramientas a las que apela el DT es la motivación: "Les insisto que no se detengan en las carencias que hay, que se quejen menos y disfruten la chance de dar un salto en su carrera".

Espinel, en Plaza, les "martilla" la cabeza a sus jugadores para mantenerlos motivados. Y si con alguno no lo logra, en Cardona tiene la carpintería pronta para descargarse.

Ayudó a Lugano y se ganó un apodo

Luego de terminados los entrenamientos de Plaza, en el 2002, dos jugadores quedaban haciendo "horas extras", Eduardo Espinel y Diego Lugano. "Yo era limitado, tenía defectos e hice mi carrera por actitud y trabajo", explica Espinel. Esta situación también benefició al juego de Lugano. "Diego me hacía tirarle centros o pelotas a la zurda, que no la manejaba bien", cuenta Espinel.

Lugano contó a Ovación que su recuerdo de Espinel es el de un tipo serio y comprometido con el club, por lo que lo apodaron "El Roble". "Era un tipo muy recio y fuerte", cuenta la "Tota", que se alegró cuando se enteró que Espinel seguiría como entrenador.

Aquellos jugadores forjaron una relación que se mantiene hasta hoy. Luego de la visita de Lugano al plantel de Plaza en enero, decidieron hacerle un homenaje: poner su cara en la camiseta. Lugano, al principio no aceptó pero luego lo convencieron. "Ahora que está esa cara ahí hay que cuidarla", dice riendo Espinel.

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