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Cani: el utilero que se recibió de gerente

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Cani
Fernando Ponzetto

WANDERERS

Llegó al Parque Viera con tres años a pasar las vacaciones con su abuela, Doña Gloria, la utilera de Wanderers, y se quedó para siempre

El Cani es Wanderers y Wanderers es el Cani. Leonardo Gallardo llegó por primera vez al Parque Viera cuando tenía sólo tres años. Vivía en el Cerrito de la Victoria con su madre, Ivonne. Llegó para pasar las vacaciones con su abuela, Doña Gloria, la histórica utilera bohemia. Pero se quedó para siempre. Hoy es el utilero de la institución y comparte la tarea con su madre, que no tuvo más remedio que mudarse al Viera cuando su pequeño hijo se quedó a vivir con su abuela y su tío Fernando.

“Pasé mi vida entera acá adentro. Yo me vine primero y mi madre se tuvo que venir después y empezó a ayudar a mi abuela”, cuenta el Cani, sentado en la tribuna del Viera donde suelen ubicarse y saltar los hinchas “vagabundos”. “No me fui porque me encantaba el Viera, jugar acá era maravilloso. Hoy lo veo con mi hijo, quien le encanta venir, la cosa se va repitiendo. Yo no me quería ir y mi abuela no quería que me fuera. Era su nieto preferido. Por eso se tuvo que venir mi madre”, sigue explicando.

EL APODO. Nadie lo conoce por su nombre. El que le puso el apodo de Cani fue el “Bebe” Ángel Castelnoble, cuando dirigía al equipo. “Cuando era chico tenía una melena rubia y en el medio un pelo bien largo que era blanco. Me empezó a decir Canito y luego lo fue acortando y quedó Cani para siempre”.

Comenzó a trabajar en la utilería de Sexta y Séptima y de Cuarta y Quinta a los 13 años. “Lo único que hacía era entregarle la ropa a mi madre para que la lavara y me ponía a jugar a la bolita. Inferiores es muy diferente, supuestamente trabajaba, pero me divertía”.

En 1992 empezó en Primera División. Fue cuando su tío Fernando (el “Topo”), que también jugaba en Tercera se fue para Nacional y dejó la utilería. “Primero trajeron a otra persona, y yo seguía en inferiores. Pero cuando subió el ‘Cacho’ Antoria a Primera División yo subí con él. Hicieron unos cambios en el club y pasé a Primera. Soy de los empleados más viejos del club. Mi madre también, pero yo soy el más viejo en caja”, acota casi con orgullo.

Son las 16 horas. Wanderers entrenó por la mañana, pero el Cani sigue en el Viera, junto a la Flaca Ivonne, su mamá, trabajando. “Ahora estaba preparando la ropa de la Copa. Y ya dejé todo pronto para el entrenamiento de mañana. Porque yo llego a las ocho y enseguida nos vamos para el complejo. Soy el que preparo todo y mi vieja es la que lava. Ella es la que hace el peor laburo. Lava todo y limpia el vestuario. ¡Imagináte cómo te dejan el vestuario 30 muchachos!”.

Cani se emociona varias veces durante la charla. Una de ellas al recordar a su abuela, Doña Gloria. “Fue mi madre. Me enseñó mucho. Sobre todo a ser derecho. Lo que es blanco es blanco y lo que es negro, es negro”.

El CHAPA. Al Cani le gusta su trabajo, a pesar de que no lo eligió, lo heredó, pero siempre busca superarse. Por eso, ya lleva realizados y aprobados dos cursos de gerencia deportiva: uno en Milenium y el otro en la ACJ. “Me encanta mi trabajo, aunque cuando era chico tenía pensado ser profesor de educación física o médico. Médico porque como no tuve padre, el que siempre me ayudó y me trató como un hijo fue el doctor Alberto Pan (exmédico de Wanderers hoy en la Selección). Él siempre me decía que tenía que ser médico. Pero por las cosas del destino tuve que dejar de estudiar para trabajar y ayudar a la familia. A Pan lo sigo viendo y sintiendo como un padre”, cuenta.

“No reniego de la utilería, me gusta, pero me tengo que preparar para lo que viene. Y espero tener la oportunidad de ejercer dentro del club, donde estoy desde los tres años. El curso de gerencia lo hice porque salió un día conversando en un aeropuerto con Sergio Blanco, el técnico Gastón Machado, el presidente Jorge Nin y el vice, el ‘Memo’ Garat. Salió de ellos. Me veían que cumplía algunas funciones que iban más allá de mi trabajo de utilero. No de metido, pero muchas veces estoy en los detalles del “check in” en un aeropuerto o que cuando lleguemos al hotel no le falte nada a los jugadores. Ellos pensaron que tenía capacidad y el primer curso que hice en Milenium me lo pagó Wanderers. Y el de la ACJ lo hice porque estaba Jorge Giordano dirigiendo acá y me invitó a hacerlo. Jorge es un tipo que te contagia y te enseña día a día. Tiene algo que a mí me encanta: la organización. Por eso me atrapó para que fuera a la ACJ. Y también resultó un gran profesor en el curso”, relata.

Tareas
Tareas. Gallardo preparando todo para el partido de Wanderers  por la Copa Sudamericana. 

Cani tiene una gran amistad con Sergio Blanco, hoy jugador de Torque. Se emociona al mencionarlo y asegura que lo sigue extrañando. El “Chapa” quiere convencerlo para que haga el curso de entrenador y así incorporarlo a un futuro cuerpo técnico. “Quiere que esté dentro de su grupo de trabajo, es otra de sus locuras. Dice que yo tengo otro punto de vista para analizar el fútbol. Un punto de vista diferente”, explica sobre la intención de su gran amigo. “No dejo de extrañarlo, pero nos juntamos. Salimos a comer, vamos al teatro, al cine”.

El utilero es muy querido por los futbolistas, quienes le cortaron el pelo y lo enharinaron todo cuando obtuvo el título de gerente deportivo en la ACJ. “Estaban más felices ellos que yo el día que me recibí. Sé que soy querido porque cuando entro nadie me esquiva para no saludarme. Y eso es bueno. Convivo más con ellos que con mi familia. Entre viajes y horarios paso más acá que en mi casa. Pero somos flor de familia acá”.

LAS LUCES. Le cuesta elegir el momento más feliz que vivió con Wanderers en todos estos años. Y se queda con las luces. “Nunca pensé que iba a ver el Viera iluminado. Lo de las luces me tocó”, admite. También menciona el torneo Clausura 2014, que los bohemios ganaron en Florida al derrotar a El Tanque. “Nunca había visto tanta gente de Wanderers. Hay una foto de arriba del ómnibus donde se ve que la cola daba la vuelta al estadio. Y el ascenso con Carreño también fue impresionante por lo que era aquel grupo y por lo que es Daniel”, agrega.

Así como si tiene que elegir un jugador no duda en mencionar a su gran amigo Sergio Blanco, a la hora de escoger un entrenador se queda con Carreño. “Él me crió. También era como un hijo de mi abuela, que ya lo había tenido en Racing. Daniel es alguien muy importante para mí. Me ayudó a crecer. Es un personaje, un fenómeno. Un tipo que te enseña a querer y a ser alegre. Porque yo soy terrible malhumorado y Daniel me llevaba al equilibrio. Tiene una luz especial. Te atrae y te roba sonrisas”.

POR TELÉFONO. Conoció a su esposa Paola en Mariachi. Fue un flechazo. “Fue en el 98. Hablamos al final del baile y luego seguimos haciéndolo por teléfono porque no había celulares ni Whatsapp. Y era más lindo. Nos casamos en el 2002”. Hoy son padres de Santiago, que tiene 13 años y cursa segundo de liceo. “Aprendo día a día a ser padre. Me voy acomodando. Soy su Uber, pero no me puedo quejar”, finaliza el Cani, quien junto a su madre, son el alma de Wanderers.

en las piedras

El día que se equivocó con los zapatos de Sergio Blanco

“La peor que me mandé fue con Sergio (Blanco). Jugábamos en Las Piedras contra Boston River. El día previo yo arreglo todo y el día del partido vengo temprano a repasar para que no me falte nada. Sergio se había traído unos zapatos de Perú. Y me había dicho que sus zapatos estaba en la mochila Adidas. Cuando llegó y se fue a cambiar me llamó porque esa no es su mochila. Era la de Pastorini que era igual pero calzaba mucho más. Estaba en Las Piedras y no sabía qué hacer. Jugó 20’ con los zapatos del ‘Chino’ Rivero y con el ‘Pichu’ Rodríguez, que anda para todos lados con nosotros, volamos al Viera. Fuimos y vinimos en 30 minutos. Se cambió a los 25’ y y ganamos”.

camisetas
Colección. El Cani tiene muchas camisetas en la utilería del Viera, algunas se las traen los futbolistas que se fueron al exterior y otras las cambia. 

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