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Campuzano: de vivir abajo de un puente a ver un aviso en Facebook y ser campeón en Boca

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Jorman Campuzano y Miguel Ángel Russo, campeones en Boca Juniors
Soccer Football - Superliga - Boca Juniors v Gimnasia y Esgrima - Alberto J. Armando Stadium, Buenos Aires, Argentina - March 7, 2020 Boca Juniors coach Miguel Russo celebrates after winning the Superliga with Jordan Campuzano REUTERS/Agustin Marcarian
AGUSTIN MARCARIAN/REUTERS

ARGENTINA

El volante colombiano que fue figura en la obtención de la Superliga tiene una emotiva historia de humildad, sacrificio y superación. "Me animé a cualquier dificultad".

Nada es casualidad en la vida de Jorman Campuzano. En su ADN tiene incorporado el chip que le permite saber esperar el momento indicado. Alguna vez consideró que vivir debajo de un puente en Bogotá formaba parte del camino, en su afán por llegar a ser futbolista profesional. También lavó copas y fue delivery. Incluso, es el día de hoy que no sabe qué fuerza sobrenatural le levantó el brazo derecho cuando en su última gran oportunidad con la pelota llamaron a los que habían ido a probarse como volantes centrales, habiendo sido siempre delantero.

Todo eso le sirvió para llegar a este momento en Boca Juniors, donde supo tener la paciencia suficiente como para aguardar un año hasta tener la posibilidad de afirmarse como titular y convertirse en una pieza clave en el mediocampo del flamante campeón de laSuperliga argentina.

Es verdad: la llegada de Miguel Ángel Russo como entrenador, el bajo nivel de Iván Marcone y la inesperada partida de Daniele De Rossi le ofrecieron un escenario inmejorable al chico nacido hace 23 años en Tamalameque, un pequeño municipio del norte de Colombia, ubicado dentro de departamento de César. Pero sería injusto resumir su actualidad a esa pequeña cuota de fortuna.

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Toda la gloria es para ti mi DIOS u26bdufe0fud83dude4f

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La clave está en su fortaleza mental. En no bajar nunca los brazos. En estar siempre preparado y a disposición del entrenador de turno. Así se muestra en la charla con la nacion, en la que exhibe su alegría por el presente que le toca vivir, su ilusión por el futuro promisorio y su agradecimiento por todos los aprendizajes que recolectó frente a las duras experiencias que vivió en el pasado.

-¿Qué ocurrió en tu vida para que termines viviendo debajo de un puente?

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-Lo que siempre pasa en toda historia. Cuando tú quieres un sueño te le animás a lo que sea. Y yo me animé a cualquier dificultad, incluso a dormir en la calle, o a acostarme sin comer y solo con agua en el estómago, y aguantar el hambre todo el día. Vivía así para poder quedarme en la capital de Colombia y no volver a mi pueblo. Les decía a mis padres que almorzaba y era todo mentira.

-¿Cómo recordás ese momento tan complicado?

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-Es una etapa que jamás olvidaré. Lo que viví fue algo muy duro, y eso me sirvió para ser un ejemplo y para tener siempre los pies sobre la tierra. Me tocó estar en la calle y ahora estoy en la cima, y tengo que ser muy humilde y sencillo con las personas. Y tratarlas siempre con respeto, que es lo más importante.

-¿Qué aprendizaje te dejó aquello?

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-Todo eso me hace más fuerte cada día, y me sirve conseguir diversos objetivos, que es lo que quiero, para lograr muchas cosas en esta institución. Y no solo decirlo ante los micrófonos sino hablar en la cancha y demostrarlo con las ganas. Vivir debajo de un puente no es fácil, pero por aquella experiencia es muy difícil que me caiga anímicamente, ya sea porque no me toque jugar o por una lesión.

-Si no eras futbolista, ¿qué hubieras sido?

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-Soldado. Por la violencia que había en mi pueblo yo quería servir a la patria de Colombia. Pero mi gran amigo Colo me dijo que tenía el don para ser futbolista.

-¿Cómo es aquella historia de que cuando llegaste a la Argentina en 2014 no te querían dejar pasar?

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-Tenía 17 años y tuve la oportunidad de venir a probarme a Banfield. Yo era muy chico y tuve un pequeño problema en Migraciones. Me preguntaron cuánto dinero traía y como yo nunca había tocado dólares, dije un valor que no servía ni para vivir dos días en la Argentina.

-¿Y cómo se resolvió?

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-Me hicieron problema, les expliqué la situación, que estaba llegando para tener una prueba, una oportunidad como futbolista. Y finalmente me dejaron pasar. Me colocaron un sello que decía que a los 10 días tenía que dejar el país. Finalmente me quedé dos meses y tuve que volver a Ezeiza y pagar una multa.

SACRIFICIO

De vender pollos a aquella prueba mágica que encontró en Facebook

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En Tamalameque no había espacio para negociaciones. Don Arístides Campuzano era profesor de química en la escuela de su pueblo y quería que sus hijos estudiaran. Jorman sabía que allí no encontraría el futuro que soñaba junto al balón. Por eso a los 15 años, y apenas un día después de la muerte de Enrique, su abuelo paterno, armó las valijas y se fue a Bogotá. Solo.

Se instaló a la casa de Asneyer, su tío. Hasta que no lo pudo hospedar más y comenzaron los problemas. Se alojó temporalmente en la habitación de Jhon Fredy, un amigo suyo del pueblo. Sin dinero, una noche pidió alimento en La Chispita Dorada, un restaurante-pollería de la zona de Venecia, en el sur de la capital cafetera.

El dueño, Úber Neira, le dio de comer y lo invitó a jugar en el equipo de la pollería. Jorman la rompió. Cobraba 50.000 pesos colombianos (US$ 15) por partido jugado.También lo contrató para que lavara los platos y realizara el delivery. Gracias a su compromiso, el chico se ganó la confianza del hombre, a quien consideró un segundo padre.

En 2014 llegaron buenas noticias desde la Argentina: alguien se había fijado en sus cualidades y en 2014 viajó a Buenos Aires, para probarse en Banfield. Quienes lo vieron quedaron maravillados. Jorman volvió a Bogotá a armar sus valijas para emigrar, pero el dinero que mandó el club del sur se perdió en el camino y nunca más lo contactaron. Fue un golpe muy duro de asimilar. Por primera vez dudó de que fuera a convertirse en futbolista profesional. Sin dinero, durante un tiempo debió vivir en la calle. El menú diario era lo más barato: arroz con huevo.

Pero a pesar de todo, su mentalidad inclaudicable se mantuvo firme. Una noche, a comienzos de 2015, vio en Facebook que el club Deportivo Pereira convocaba a una prueba. Vendió su celular por $200.000 colombianos (US$ 60), compró el pasaje y se subió al micro. En ese viaje tomó la decisión: si no quedaba, volvería al pueblo.

Cuando llegó, además de él había otros 400 sueños. Siempre había jugado de delantero. Pero cuando el técnico argentino Hernán Lisi dijo: "Levanten la mano los centrales", una fuerza inexplicable le hizo alzar su brazo derecho. Su mente no entendía lo que había hecho su cuerpo. Fue otra señal del destino.

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Pasó cada una de las pruebas hasta que quedó entre los 11 que enfrentaron al Sub 20 del Deportivo Pereira. En ese partido dejó todo, como siempre. De reojo, veía que los integrantes del equipo titular lo señalaban ante cada acción. De aquellos 400 chicos, Lisi nombró solo a uno: Jorman Campuzano. Y le dio el mejor de los elogios: "En usted veo un volante de marca. Para mí, trabajando, puede convertirse en el mejor volante central de Colombia. Lo espero mañana".

Jorman se puso a llorar. Quiso llamar a sus padres, pero el número había quedado en el celular que había vendido para llegar a Pereira. Rubén Darío Marín, jefe de seguridad del equipo, lo trató como un hijo. Lo sacó de la calle y le consiguió una habitación. "Yo a usted lo voy a joder todos los días hasta que llegue a la selección", le dijo. Hizo su debut profesional a los pocos días.

Campuzano se convirtió en una de las figuras destacadas del Pereira, al punto que Atlético Nacional se fijó en sus condiciones y a comienzos de 2018 lo sumó a su plantilla, donde el argentino Jorge Almirón le dio plena confianza.

Cuando se confirmó el pase, llamó a don Aristides: "Papi, usted que no creía en mí. Estoy en el equipo de su alma. El que tiene pintado en las paredes. ¡Cumplí su sueño!".

Un año y 32 partidos en uno de los equipos más populares de Colombia le bastaron para ser citado a la selección de Colombia y ser transferido a Boca, donde en este 2020 se convirtió en una de las figuras destacadas del equipo. Y aunque la vida le sonríe, sabe que aún tiene una deuda familiar pendiente: terminar los estudios y recibirse de bachiller.

Para leer la entrevista completa, hacé click aquí.

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