En un torneo tan irregular, discreto, cambiante y en el que a la larga deberían asomar los brazos del capitán de Nacional o de Peñarol para levantar la copa, por el peso de las camisetas, la conformación de los planteles y las inversiones que realizaron, no deja de sorprender el arranque del Clausura.
LUIS EDUARDO INZAURRALDE
Más que nunca se impone la regla de que el segundo semestre es el más difícil de todos, porque los que quieren evitar el descenso juegan como nunca, los que van por las copas internacionales hacen partidos increíbles y los aspirantes al títulos tienen que lidiar con los que, en otras circunstancias, no deberían ofrecer las mismas resistencias.
Peñarol, que venía embalado, lo sufrió ayer con Sud América. Defensor Sporting, que estaba para quedar primero, dejó dos puntos en la hora ante uno de los más comprometidos en el descenso. De la misma forma, en las fechas anteriores le tocó a Nacional, a Danubio, a Atenas, a River. Por esa razón, ahora es cuando empieza a adquirir valor superlativo el carácter de los entrenadores, el equilibrio de los dirigentes y la calidad de los jugadores. Al fin y al cabo no hay irregularidad que le pueda ganar a los que saben lo que quieren.
El análisis