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¿Será un quinta columna?

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Los militantes más radicales e ideológicos del Frente Amplio están furiosos con Rodolfo Nin Novoa. Sienten que no es de su mismo palo. Que es un quinta columna infiltrado en el Frente, que nada tiene que ver con ellos ni con lo que consideran debería ser de izquierda.

Los militantes más radicales e ideológicos del Frente Amplio están furiosos con Rodolfo Nin Novoa. Sienten que no es de su mismo palo. Que es un quinta columna infiltrado en el Frente, que nada tiene que ver con ellos ni con lo que consideran debería ser de izquierda.

Esto se explica por la posición ambigua que el canciller (y también el presidente Tabaré Vázquez) tienen respecto a Venezuela y su permanencia en el Mercosur. Ambivalencia que, para colmo, molesta además a mucha gente de otras visiones políticas, aunque por muy distintas razones.

Los que se sienten afín a blancos, colorados o al Partido Independiente e incluso algunos frentistas, consideran que el gobierno es tibio y complaciente con un régimen que a esta altura ya nadie duda que es dictatorial: manda con mano férrea pese a estar en minoría, tiene asfixiada a la Asamblea Nacional, donde la oposición es mayoría, el Poder Judicial responde sumisamente a sus deseos, reprime con saña toda expresión de disenso, sus cárceles están pobladas de presos políticos, amordaza a la prensa y hambrea a la gente.

¿Qué otra cosa puede ser eso, sino una dictadura?

La otra parte del país también enojada con el canciller (y por añadidura con Vázquez), considera que no se juega a favor del chavismo en Venezuela. En consecuencia, ministro y presidente quedaron atrapados por una tibia y anodina postura que no gusta ni a unos ni a otros.

De atenerse estrictamente a los hechos, lo irregular estuvo en su origen: el error fue dejar que Venezuela entre al Mercosur, no lo de ahora. Por aquello de que pesó más lo político que lo jurídico, Cristina Kirchner y Dilma Rousseff, con la complacencia servil de Uruguay, forzaron a contrapelo la entrada de Venezuela, despreciando así a uno de los socios fundadores que nunca fue favorable a ese ingreso.

Lo que hay ahora, es un cuestionamiento blando y tonto de los demás socios a esa presencia, fundamentada en que Venezuela no cumple con ciertos requisitos. Se le pide que se apresure a cumplirlos y mientras no lo haga es como si no fuera parte del Mercosur.

Lo que en realidad habría que hacer es aplicar la cláusula democrática y expulsar a Venezuela del organismo.

Nada de esto estaría pasando si no fuera por la “agachada” que hizo el entonces presidente uruguayo José Mujica ante la presión de sus dos colegas.

Los militantes radicales quieren que Venezuela permanezca en el Mercosur, con todo su abusivo poder. No creen en la democracia por eso les gusta el régimen de Maduro: es duro y desprecia la voluntad popular.

Al observar a Maduro imitando grotescamente a su mentor, Hugo Chávez, que con su histrionismo imitaba también grotescamente a Mussolini, al tomar nota del desabastecimiento, la arbitrariedad, la represión, es notorio de que se trata de un régimen que conduce a la nada. Es su desprecio a lo que es un estado de derecho lo que seduce a un sector decisivo del Frente.

El canciller está incómodo en ese rol. Contra lo que la oposición quisiera creer, si por el fuera tendría una postura más firme y contundente contra el régimen chavista. Pero es rehén de la realidad de su partido, que a su vez es rehén, dentro de ella, de los que vociferan fuerte y que desde su extremismo asumen posturas que lindan en lo energúmeno.

Sin embargo, al recordar lo que en teoría es el FA, nada en Nin Novoa haría pensar que es un traidor, un infiltrado o un quinta columna. Desde su origen el Frente reúne a partidos y grupos de centro y de izquierda, marxistas y no marxistas. Se sabe que Líber Seregni siempre desconfió de Chávez. Y ni Juan Pablo Terra ni Zelmar Michelini hubieran adulado a semejante régimen.

Pese a ello, también desde su origen hubo sectores que intentaron ser hegemónicos e imponer su visión del mundo como la única valedera para todo el Frente. Si Cuba está a favor del brutal régimen venezolano, entonces hay que apoyarlo. Así como antes apoyaron las sanguinarias dictaduras totalitarias de signo marxista, ahora se trata de simpatizar con regímenes cantiflescos, cuyos únicos logros fueron destrozar la economía, empobrecer a la población, enriquecerse con la corrupción y reprimir y encarcelar a los opositores.

Allá ellos si creen que eso es bueno, si entienden que la postura de una ministra de estilo payasesco es “gallarda”. El problema es que eso no le sirve a Uruguay. Es más, el país empieza a dudar si el Mercosur como tal le sirve. Por un lado, el gobierno queda atrapado por las viscosas redes que tiende Venezuela, por otro lado es rehén de los antojos del presidente Michel Temer en cuanto a apertura hacia otros mercados.

Estos confusos episodios, estas bajezas y tantas trabas ayudan a convencer de que llegó la hora de explorar una salida y buscar horizontes nuevos para liberarse de las trampas que tiende el vecindario y los burdos caprichos bolivarianos.

Para eso urge también romper las ataduras que imponen los grupos frentistas radicalizados, liberticidas y rígidos que pusieron de rehén ya no al canciller, ya no al presidente, sino al país entero.

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Tomás Linn

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