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Se expulsó a sí misma

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Al final Venezuela se adelantó al resto de América Latina y antes de que le dijeran que debía irse de la OEA por no cumplir con la cláusula democrática, decidió hacerlo por su cuenta. Se expulsó a sí misma.

Al final Venezuela se adelantó al resto de América Latina y antes de que le dijeran que debía irse de la OEA por no cumplir con la cláusula democrática, decidió hacerlo por su cuenta. Se expulsó a sí misma.

Cada día que pasa, la situación es peor y no hay ya posibilidad de negociar una solución pacífica entre las partes. El gobierno prefiere conservar intacto su poder antes que buscar una salida. Ello radicaliza a una oposición que no encuentra alternativas: su única forma de presionar es la de mostrar que es mayoría. No pasa día que no haya protestas opositoras y no pasa día en no haya muertos.

En Uruguay, también en Argentina, crece el número de gente espantada por lo que ocurre que condena la postura del dictador Nicolás Maduro y su régimen chavista. Es gente que hasta ahora simpatizaba con ese régimen y recién ahora descubre su faceta de horror y ahora sí, ante la evidencia irrefutable, reconoce los hechos.

Pero esto no empezó ahora. Tiene larga data. En un momento era difícil ser escuchado cuando alguien decía que lo de Chávez (mucho antes que Maduro fuera presidente) ya era dictatorial porque en ancas de sus triunfos electorales, pasaba por encima de todo aquello que definía a una democracia: libertades, respeto a las minorías, separación de poderes, justicia independiente, atropello a la prensa. Ya entonces las señales eran claras pero muchos se negaron a verlas.

Hubo países que se encandilaron con su estilo. Rafael Correa impuso en Ecuador un modelo similar: un régimen autoritario, apoyado en el favor popular, quizás más duro en sus ataques contra la libertad de prensa. En Argentina, con un contexto político y social diferente, el kirchnerismo se vio seducido por Chávez, le imitó en algunas cosas aunque no pudo llegar tan lejos. Lo curio- so es que el modelo que antecedió al chavismo fue el de Perón en 1945. Popular sí, pero autoritario, demagogo y que persiguió sin contemplación a los que se le oponían.

El Frente Amplio en Uruguay, con algunas pocas disidencias, adhirió entusiasta al chavismo, hizo caso omiso a las denuncias de que en el fondo era un régimen dictatorial, mantuvo luego esa adhesión con Maduro y aún la mantiene aunque con los últimos episodios algunos empiezan, recién ahora, a tomar distancia. Lo curioso es que ni las dos presidencias de Vázquez, ni la de Mujica intentaron adaptar el modelo venezolano para este país. Pese a que las filas más dogmáticas lo hubieran querido.

Hay núcleos duros (el sindicalismo y los sectores radicales) que siguen defendiendo a lo que si bien ya entonces parecía ser una dictadura, hoy lo es sin disimulo alguno. Sostienen que Uruguay le debe gratitud al chavismo, tal como lo dijo en su momento José Mujica cuando era presidente. El uruguayo medio se pregunta por qué esa deuda. En el parlamento, la bancada frentista impidió la formación de una comisión investigadora para saber cómo funcionaron los negocios con Venezuela en la última larga década. Fue una lástima, porque de ese modo la población hubiera conocido la causa de esa necesidad desesperada de agradecer al chavismo. Y hubiera determinado exactamente quiénes debían ser los agradecidos y por qué.

Estos incondicionales denuncian que el “imperialismo” quiere intervenir en Venezuela y con él, los “gobiernos de derecha” de América Latina. Para ellos, la culpa la tienen los de afuera y no la sola existencia de un régimen cruento, corrupto y despótico, dispuesto a producir una masacre con tal de salvar su pellejo.

Lo paradójico es que sí existe injerencia extranjera, pero no del “imperialismo”. Los aparatos de seguridad y de inteligencia que manejan el poder, están en manos de intereses foráneos. Los de Cuba. No es ningún secreto que el régimen castrista actúa desde muy adentro del gobierno chavista.

El gobierno uruguayo, apretado de un lado por la realidad interna del Frente y de otro por la evidencia de lo que sucede en Venezuela, actúa despacio y con excesiva prudencia. El propio presidente dijo que no quería aplicar la cláusula democrática, para de ese modo no “aislar a Venezuela”.

Pero el régimen prefiere aislarse a ceder. No va a dialogar con nadie. Ya intentó el papa Francisco buscar la posibilidad de negociar y no tuvo suerte. El único que salió chamuscado de esa instancia fue el propio papa.

En todo este largo proceso, ni Maduro ni su canciller Delcy Rodríguez dieron un paso para calmar las aguas. Solo echan más leña al fuego; parecería que quieren aislarse aún más.

En este juego de radicalización provocado por Maduro, las expectativas de una salida pacífica son nulas. Por eso Uruguay no puede seguir jugando la carta moderadora. Maduro no la quiere y despreció y basureó al presidente Vázquez y a su canciller.

No tiene sentido quedar pegado a tan despreciable dictadura. No sirve de nada, no conduce a nada y solo deja al país pegado a lo peor del régimen.

El próximo paso es ver si Venezuela debe seguir en el Mercosur. Su ingreso fue muy irregular y su egreso debe ser contundente.

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Tomás Linn

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