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¡Ganó... la Banca!

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Con el entusiasmado impulso de las autoridades, en especial las del Banco Central, y la alegre despreocupación de otras autoridades nacionales, caminamos hacia la entrega plena de nuestra soberanía financiera a la banca mundial, a sus sucursales domésticas, y a la pérdida total del derecho natural y constitucional a la libertad y la intimidad de los ciudadanos uruguayos.

Con el entusiasmado impulso de las autoridades, en especial las del Banco Central, y la alegre despreocupación de otras autoridades nacionales, caminamos hacia la entrega plena de nuestra soberanía financiera a la banca mundial, a sus sucursales domésticas, y a la pérdida total del derecho natural y constitucional a la libertad y la intimidad de los ciudadanos uruguayos.

Si se consolidan los mandatos de los grandes banqueros y sus gobiernos asociados de las grandes potencias, cuyas arcas están ávidas por perseguir a sus contribuyentes amparados en refugios foráneos para los ahorros en otros países que les tratan benévolamente, el Gran Hermano se habrá impuesto a nivel planetario. El proyecto apunta a una sociedad sin dinero físico, con pagos obligatorios con plástico, sin secreto bancario, y al uso de los medios electrónicos. No habrá reserva alguna de personas, familias y empresas respecto de su vida, sus ingresos y gastos.

La excusa matriz universal para atacar el secreto bancario es la lucha contra el narcotráfico y la venta de armamentos para terroristas. Lo paradojal, es que los mismos bancos del orbe que serán custodios morales de que los contribuyentes honestos no evadan impuestos a gobiernos promedialmente corruptos como los del sur del Río Bravo en el continente americano, son justamente los mismos que operan el dinero de las armas y las drogas. Dos negocios de los más grandes del mundo cuyos ingresos solo pueden movilizarse a través del sistema financiero internacional (tanta plata no puede circular en moto, camionetas, veleros o avionetas).

Suele olvidarse en este tipo de alusiones que una monumental movida de efectivo -no de drogas ni de armas- corresponde a gente honesta, que paga tributos, que no quiere que su esfuerzo se lo lleve la familia Kirchner en Argentina, o la barra de Lula y Dilma en Brasil. O los buenos muchachos administradores de Pluna, ALUR, Alas U, Ancap, Fondes, los nuevos 60.000 empleados públicos y otras bellezas similares que tenemos en nuestra tierra progresista. Cuando esa gente de recto querer no advierte que en los citados casos haya censuras a ministros o investigaciones de gobierno, y que no se sabe quiénes se han llevado fortunas del país como nunca antes del erario público, es lógico que busquen defender lo propio. Y ya advertidos de que el primer principio de ética socialista es barrer la basura para abajo de la alfombra.

“Los nuestros siempre matan en defensa propia”, solía decir un “capo” siciliano experiente. Soldado de la omertá.

De los trascendidos notorios en el orbe, el proyecto más extremista de asalto al contribuyente es el de nuestro Banco Central. El secreto bancario cae sin autorización de un juez que entienda que hay mérito para hurgar en la privacidad de las personas, lo que de cara a gobiernos de ideas fascistas como los latinoamericanos -incluidos tupas y comunistas- es un arma política atómica contra quienes piensan distinto. Y nuestros gobernantes promueven hasta la investigación de las operaciones bancarias menores, las del día a día hechas por un ciudadano común a lo largo de un año.

Se dice que esta es una corriente mundial imparable. Cuando hay gobiernos sin sentido nacional y con convicciones democráticas tibias en buena parte de sus miembros como el que nos rige, la defensa del interés nacional y democrático siempre está propensa a perder.Ricardo 

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Ricardo Reilly Salaverri

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