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Clase de economía

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El profesor de economía iniciaba un nuevo semestre. Tras intercambiar ideas con sus alumnos les propuso elegir entre un curso sobre la materia regido por una concepción de libertad y competencia o uno socialista. Hubo mayoría por la opción socialista. Así quedó laudado y aceptado. Habría dos exámenes parciales y un tercero final. Para superar el curso se necesitaba un tres, en un sistema de calificaciones que iba de 0 a 12.

El profesor de economía iniciaba un nuevo semestre. Tras intercambiar ideas con sus alumnos les propuso elegir entre un curso sobre la materia regido por una concepción de libertad y competencia o uno socialista. Hubo mayoría por la opción socialista. Así quedó laudado y aceptado. Habría dos exámenes parciales y un tercero final. Para superar el curso se necesitaba un tres, en un sistema de calificaciones que iba de 0 a 12.

Celebrada la primera prueba todos los alumnos fueron calificados con un seis. Inmediatamente los más estudiosos y esmerados protestaron por sentirlo injusto; los del medio fueron indiferentes y la mayoría que no daban mucho apunte a las clases se quedaron encantados. Pensaban que no llegaban a un cuatro y sacaron ¡un seis! Ante las protestas de los más esforzados y capaces el profesor les recordó que habían optado por un curso socialista y que entonces los que tenían más virtudes y talentos tenían que ceder sus puntos a los que tenían menos. Así, les recordó, funciona el socialismo. Para la prueba siguiente los mejores alumnos estudiaron poco, los del medio y los peores se dejaron estar pensando que los mejores les salvarían el curso. De los seis puntos de la anterior prueba el promedio bajó a cuatro.

Para la prueba final nadie puso entusiasmo y el promedio fue un dos. Final: todos los alumnos fueron aplazados y perdieron el semestre.

El falso licenciado dejó un portentoso agujero. Cuenta que estamos pagando todos los uruguayos. Los frenteamplistas se escandalizan por el tamaño del mosquito y no advierten el del elefante que pasa por su nariz. Un jerarca de una empresa monopólica poderosa que produce combustibles esenciales a la sociedad y los distribuye, más otros rubros -en este caso- todos multimillonariamente deficitarios (ej.: Alur, cemento y pórtland), es lógico que tenga disponibilidad de fondos razonables para moverse. Pero… si sirve. En una empresa privada, con resultados de catástrofe como los cosechados por Ancap en la gestión a que se alude, no habría tribunales iniciáticos, ni largas, ni fallos guardados en sobres misteriosos. Directamente no quedaba títere con cabeza entre los responsables del desaguisado (pregúntenle a los Rockefeller). Porque las andanzas “ancapianas” nos han costado 800 millones de dólares de pérdidas, más 400 millones de dólares de capitalización. Que perdimos, pusimos y ponemos todos con los impuestos de Astori. La gente debería saberlo, y quienes hemos tenido experiencia de gobierno lo sabemos, que en materia de “empresas públicas”, el contralor general y la aceptación de sus planes y gestión pasan por la Oficina de Planeamiento y Presupuesto, y necesariamente por el Ministro de Economía y Finanzas y, una pregunta surge clara: ¿qué les pasó muchachos, no vieron pasar el elefante? Porque la compra del “colchón Sendic”, está mal, pero es un mosquito al lado del elefante que son escuelas, hospitales, carreteras, gabelas al trabajo y la producción, en definitiva: fondos monumentales que faltan para urgencias impostergables de la sociedad nacional.

Todos en la era frentista rascaron el lomo al perro. Y, la sucesión de metidas de pata que ha hecho revelan que a Sendic más allá de capacidad técnica para administrar nada, le faltaba un mínimo de sentido común. Es socialismo: aptos e ineptos todos son iguales para lo que sea. Siempre que pague otro. Obvio.

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Ricardo Reilly Salaverri

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