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El futuro del INEEd

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El nuevo informe del Instituto Nacional de Evaluación Educativa (INEEd) ha confirmado lo que vienen diciendo todos los observadores mínimamente serios: pese a la inmensa cantidad de recursos volcados en los últimos 12 años, y pese a todo el palabrerío que habla de inclusión y de equidad, nuestra enseñanza sigue empantanada en una situación que nos va rezagando entre los países de América Latina.

El nuevo informe del Instituto Nacional de Evaluación Educativa (INEEd) ha confirmado lo que vienen diciendo todos los observadores mínimamente serios: pese a la inmensa cantidad de recursos volcados en los últimos 12 años, y pese a todo el palabrerío que habla de inclusión y de equidad, nuestra enseñanza sigue empantanada en una situación que nos va rezagando entre los países de América Latina.

El promedio de años de escolarización y la tasa de egreso de la educación media son básicamente los mismos que a la salida de la dictadura. La calidad de los aprendizajes es deficitaria y, lo que es peor, no mejora. La equidad no existe: los peores resultados académicos y las mayores tasas de abandono y repetición se registran entre los uruguayos más postergados. Y todo esto ocurre en un sistema educativo que no crece. Porque no es verdad que ANEP atienda hoy a más alumnos que hace 10 o 15 años. De hecho, atiende a menos. Eso significa que el gasto por alumno se ha disparado, sin que se haya producido ningún impacto significativo.

Estamos ante un fracaso completo, que no puede ser ocultado por todo el palabrerío con el que las autoridades intentan confundirnos.

En medio de este panorama desalentador, hay un dato positivo: el trabajo del propio INEEd. Pese a tener un diseño institucional defectuoso (porque los evaluados tienen demasiado peso en su conducción) el Instituto se ha venido afirmando como una agencia capaz de hacer un trabajo técnico riguroso y saludablemente independiente. Frente al silencio cómplice de buena parte de la academia, el INEEd se ha fortalecido como un actor público que admite la realidad y no se deja enredar en mareos ideológicos.

Por eso es tan grave que las principales autoridades de la educación (la ministra Muñoz, el presidente del Codicen, la mayoría de los consejeros de ANEP) no hayan asistido al acto en el que se presentó el nuevo informe. En primer lugar, eso fue una señal de cobardía: los responsables del desastre no quieren que nadie les muestre el fracaso en su propia cara. Pero también fue una señal de falta de apoyo político a una institución que depende enormemente de esos mismos jerarcas.

Esas ausencias sonaron a un acto de intimidación. Por eso los uruguayos tenemos que estar atentos a lo que pase con el INEEd, así como tenemos que estar atentos a que se mantenga nuestra participación en las pruebas PISA. No se trata de ponerse paranoicos, sino de ejercer una saludable vigilancia ciudadana para asegurar la continuidad de dos espacios que aportan información y análisis creíbles. A esta altura está claro que las autoridades de la enseñanza no les tienen ninguna simpatía.

El INEEd tiene que ser visto como una agencia pública independiente, llamada a cumplir su tarea técnica por encima de los cambios de gobierno. Su misión es describir la realidad tal cual es, con sus luces y sus sombras. Si lo que presenta son malas noticias, el responsable no es el INEEd sino quienes se encargan de gestionar el sistema.

Dentro de no mucho tiempo tendremos otro gobierno nacional y otras autoridades educativas. El tiempo del palabrerío habrá quedado atrás y habrá empezado la época de enfrentar los problemas. En esas condiciones, las autoridades acudirán civilizadamente a escuchar a los responsables técnicos del INEEd, para conocer de primera mano lo que deba ser mejorado.

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Pablo Da Silveira

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