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El relevo generacional

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Los jóvenes del Partido Nacional van hoy a las urnas. Para muchos es la primera vez que pondrán una lista en el sobre, en este caso para elegir con el voto secreto a los dirigentes, jóvenes como ellos, que tendrán la responsabilidad de representarlos.

Los jóvenes del Partido Nacional van hoy a las urnas. Para muchos es la primera vez que pondrán una lista en el sobre, en este caso para elegir con el voto secreto a los dirigentes, jóvenes como ellos, que tendrán la responsabilidad de representarlos.

Oportunamente las autoridades partidarias consideraron que era necesario institucionalizar, jerarquizar la presencia de las nuevas generaciones en la estructura de gobierno de nuestra colectividad. El papel de las generaciones nuevas siempre fue importante dentro de las filas nacionalistas, constituyéndose en un fermento de la acción proselitista, en animadores de la actividad electoral. No en vano la mar- cha Tres Árboles entona “Juventud radiante del Partido Nacional...”.

Sin embargo, era necesario algo más, incluir en el proceso de formación de la voluntad partidaria una instancia en la que las nuevas generaciones fueran escuchadas a partir de una legitimidad proveniente del voto. Así fue como se creó el Congreso Nacional de la Juventud, elegido por el voto popular, del cual surgirá la designación del Comité Ejecutivo Nacional. Dentro de un partido que ha hecho culto y pasión del voto secreto, cada vez que se invita a los jóvenes a votar -como ocurrirá en el día de hoy- se revigoriza la esencia misma de nuestra existencia.

Ciento ochenta y un años de vida tiene nuestra corriente política, junto con nuestro compañero histórico el Partido Colorado, hemos protagonizado la historia nacional, enfrentados y acordando, luchando y dialogando, buscando garantías para el sufragio y adecuaciones institucionales. El nuestro ha sido la mayor parte del tiempo fuerza de llanura, de oposición lo que no ha obstado a que las principales normas de avance social y político lleven su sello. En ese sentimiento de avance, en esa voluntad de modernidad se han sucedido las generaciones jóvenes, siempre deseosas de mejora, de mayor justicia.

Año tras año, década tras década, se ha renovado la presencia de los jóvenes en nuestras filas. Hoy estamos en un nuevo, un novísimo tiempo. La distancia que nos separa de nuestros hijos en materia de costumbres, medios de comunicación, relaciones sociales, visión del mundo, fuentes de formación, es infinitamente mayor que la que nos separaba de nuestros padres.

Distancia pues mucho más cualitativa que cronológica, al punto de la verdadera revolución. Adecuar los medios políticos de conexión de difusión es relativamente fácil. Las redes hay que navegarlas pero no son más que una manera más de llegar. Lo que representa una verdadera dificultad es la de mantener los valores permanentes de nuestra sociedad en un mundo relativista, en una decadencia de valores palpable en todos los ámbitos. Es toda la sociedad nacional que padece de un cambio de paradigma, que deja atrás una determinada escala de normas de comportamiento colectivo e individual, sin acertar aún a su sustitución. Tremenda es la tarea que enfrentan estos jóvenes, los jóvenes de las generaciones que se están haciendo cargo de la conducción del país. Por donde se mire hay deterioro, desgas-te. Religiones, deportes, negocios, política, muestran grietas y heridas, falencias y carencias.

No todo esta inficiona- do de decadencia, sin embargo. Hay luces para hacer más brillantes, conductas para convertirlas en ejemplo, ac-titudes que honran las virtudes propias de nuestra esencia. Llevarlas adelante, extender su influencia a través del ejercicio democrático es imprescindible. Para ello es que el relevo generacional de- be producirse. Los que quedamos del tiempo viejo po-demos aconsejar, transmitir alguna experiencia pero sobre todo convencernos de que un tiempo nuevo requiere de voceros y obreros comprendedores de las nuevas pautas, baqueanos en este nuevo terreno que se abre a la esperanza.

Quienes participarán hoy en la elección de autoridades juveniles provienen de distintos rumbos. Muchos vienen entusiasmados por la vieja pero siempre fresca memoria de la epopeya nacionalista, pero no todos y bienvenido este hecho. El nuestro es el Partido Nacional, el que abre sus puertas a todas las fuerzas individuales y colectivas que quieran su abrigo, que lo conviertan en instrumento de realizaciones patrias de justicia, solidaridad, prosperidad. Desde el siglo XIX el antiguo partido blanco, devino Partido Nacional median- te el aporte de los constitucionalistas, los ruralistas, los cívicos. Todos ellos manteniendo su individualidad, conservando sus propias tradiciones, pero a la vez, comprendiendo que el instrumento idóneo era nuestro lema, nuestra casa. ¡Bienvenidos compañeros de las nuevas lides, de los nuevos logros!

La salud del cuerpo electoral se refuerza mediante el ejercicio de los derechos cívicos. Los que votan cumplen con un sagrado deber, no son indiferentes. Los que además de ello inscriben sus nombres en las listas, los ofrecen a la consideración de sus compañeros de generación, merecen además otro galardón por su coraje cívico en estos tiempos de triste tibieza de muchos porque son fermento, empuje, vigor. A ellos el saludo de los que ya vamos quedando atrás. Con emoción y orgullo, ¡paso al relevo generacional!

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Luis Alberto Lacalle

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