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“Malgré tout”

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Agredida por el terrorismo, complicada en la economía, tironeada por patrioterismos, erizada de lastres relativistas, Francia derrotó en las urnas el nuevo intento Le Pen.

Agredida por el terrorismo, complicada en la economía, tironeada por patrioterismos, erizada de lastres relativistas, Francia derrotó en las urnas el nuevo intento Le Pen.

La nación gala reivindicó su esplendor y su autoridad, al revés de lo que ocurriría si hubiera triunfado el extremismo de la demagoga vencida. La prensa la llama “de derecha”. No repara que en verdad es solo una junta-protestas a la manera populista. Y el populismo no se clasifica en derecha e izquierda: es apenas un método para instalar el totalitarismo en las cabezas, cavando zanjas a punta de odio y desprecio, para encaramar en el poder público a fanáticos e improvisadores aplaudidos por rebaños que balan y no por pueblos que piensan.

Alivia saber que la vieja nación que, al proclamar en 1789 los Derechos del Hombre y el Ciudadano, se constituyó en faro universal y fuente del civismo americano, apretando hoy 65 millones de habitantes en a gatas tres veces la superficie del Uruguay, siga fiel a sus principios republicanos. Alivia, porque llega tras el Brexit dislocante y el triunfo de un Trump que nunca termina de aclarar en qué revoltijos preelectorales anduvo con él la Rusia de Putin.

El nuevo presidente Emmanuel Macron llegará este domingo al Elíseo, de resultas de la caída de Fillon por el humano barro de falsificarle empleo a la esposa. Entrará acompañado por su hoy cónyuge y antes su profesora liceal: por algo el francés junta en la misma palabra “maîtresse”, maestra, profesora, dueña y amante. Pero más allá del costado vodevil, la tarea gubernativa le va a resultar ciclópea: internamente deberá restablecer el diálogo entre sectores que tienen más fracciones que ideas; internacionalmente, deberá erguirse para trabajar junto a una Europa tensa y agredida en un mundo sin piedad.

A eso, que es enorme, se le suma otra exigencia: restablecer la fuerza del pensar claro, ordenado, cartesiano, para recuperar el orden público espiritual que atropellan los fanatismos y materialismos en boga, que instalan la pereza mental hasta en los centros de poder y decisión. Si Francia devuelve su lugar a la tradición reflexiva que le permitió unificar en arco de cultura a poetas, místicos, racionalistas, matemáticos, médicos, juristas y filósofos, mucho volverá a estimularnos igual que en el siglo XX, para que nosotros, a nuestra vez, cumplamos el primer deber de los hombres libres: pensar y sintetizar por cuenta propia.

¡Vaya si hace falta en América Latina, constituida en la región más homicida de los países sin guerra, según publica en estas horas The Economist! ¡Vaya si lo necesita el Uruguay!

La lección de las urnas francesas no debe pasar inadvertida. A pesar de convivir con inmigraciones incómodas, a pesar de las masacres de Charlie Hebdo, Saint Denis y Niza, la inmensa mayoría de los franceses rechazó arrollarse sobre el miedo y volvió a preferir la libertad. A pesar de todo. “Malgré tout”.

A Francia este gesto electoral le revive civilmente la tradición valiente de Vercingétorix a De Gaulle y la reflexión sensata de su pedagogía clásica.

Y a nosotros, nos recuerda que la libertad es un permanente responder “a pesar de todo”, que debemos proferir en cada rincón y en cada minuto, sintiendo que en él nos va nuestra dignidad ciudadana y se juega lo mejor de nuestra vida.

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Leonardo Guzmán

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