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Por qué fue un éxito

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"El operativo fue un éxito” porque “se evitó” la “marcha atrás en la decisión de no dar más entradas”, dijo el ministro del Interior Eduardo Bonomi. El director nacional, Mario Layera, explicó que dentro del estadio “no falló el operativo”, y que “simplemente fue excesiva la violencia por parte de los hinchas” (¡!). Y agregó: “Fue exitoso porque no hubo daños a comercios ni a ómnibus; los únicos lastimados fueron policías” (solo seres humanos…).

"El operativo fue un éxito” porque “se evitó” la “marcha atrás en la decisión de no dar más entradas”, dijo el ministro del Interior Eduardo Bonomi. El director nacional, Mario Layera, explicó que dentro del estadio “no falló el operativo”, y que “simplemente fue excesiva la violencia por parte de los hinchas” (¡!). Y agregó: “Fue exitoso porque no hubo daños a comercios ni a ómnibus; los únicos lastimados fueron policías” (solo seres humanos…).

Uno se pregunta: además de caer la seguridad a mínimos insoportables, ¿se nos cree con aspiraciones tan bajas que se nos llama a aplaudir como “éxito” un final de bochorno, donde al cabo de negociaciones, marchas y contramarchas el Estado no supo darle seguridad a un clásico?

Define el Diccionario de la Lengua Española: “Éxito: Resultado feliz de un negocio, actuación, etc. Buena aceptación que tiene alguien o algo”. Si la Policía no logró garantizar que el pueblo futbolero pudiera juntarse a mirar un partido en paz, si con una garrafa robada se intentó un homicidio, ¿dónde estuvo el éxito logrado por dejar las tribunas sin policía?

A lo sumo habrá que pensar que el ministro quiso revalidar, para sí mismo, el sentido original de la palabra en latín exitus que significa ¡salida! Si algo queremos todos es la salida, pero -mucho más que del ministro- de la amargura de saber que esto es el Uruguay de hoy. Es que salvo los delincuentes, en este tema todos los sensatos quedamos unánimemente del lado del Estado, sabiendo que no se confunde con los gobernantes de turno sino que se superpone con el Derecho.

Para nosotros, Estado y Derecho son sinónimos no sólo en las sutilezas de la teoría pura elaborada por Kelsen en la Viena de los años 20 y 30, sino en el concreto concepto artiguista que reclamó “las seguridades del contrato” antes de que tuviésemos Constitución, y en la doctrina Jiménez de Aréchaga que sentó en la criatura humana la justificación y la obligatoriedad de las leyes.

Con semejante tradición, el Uruguay bajó la guardia cultural y la imperatividad del Derecho se le erosionó a la vista. Materialismos varios y modas ideológicas bajaron abruptamente nuestras exigencias normativas.

En todo: la ortografía no importa, la palabrota se cuela, todo es relativo, la verdad es una construcción, no hay esencias, todo es imagen… Los intereses de cada sector se contraponen y quieren mandar. Por ese camino se llega a que los juzgados, con crespones, luzcan letreros donde el gremio judicial denuncia que “El Estado no obedece las sentencias”, sin que al actual Estado de Derecho se le mueva un pelo.

La asonada del domingo es un símbolo altamente popular de una tragedia que nos encharca en el estadio entero de nuestra vida. Debe recordarnos que somos ciudadanos antes y más allá de idealizar proyectos de izquierda, de centro o de derecha. Debe revitalizarnos el liberalismo como respeto al prójimo, muy por encima del capitalismo y el socialismo. Debe llamarnos a reconstruir las bases republicanas de la cultura común, en vez de mantenernos acoplados como furgón de cola de sembradores mundiales de desorientación, decadencia y admiración por tiranos.

Si respondemos al reto, eso sí que será un éxito. No va a surgir por declaración ministerial. Dependerá de nuestra actitud de hoy en más. Es decir, de nosotros mismos.

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Leonardo Guzmán

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