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De ciudadano a ciudadano

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Del sainete a la comedia, del drama a la tragedia. Esa es la historia de estos días.

Del sainete a la comedia, del drama a la tragedia. Esa es la historia de estos días.

Revelado que bajo la presidencia del hoy vicepresidente de la República había quedado fundida la principal empresa industrial del patrimonio nacional, circuló que Raúl Sendic no era licenciado como se hacía anunciar. El involucrado lo desmentía a medias y prometía documentos de Cuba que no llegaron, mientras el rumor corría con la agilidad y los crescendi de “La Calunnia” de El Barbero de Sevilla.

Poco a poco, algunas respuestas parecían de Jorge Porcel y otras eran para ponerse cada vez más serio.

Y mientras los temas de Ancap empezaban a indagarse en la Justicia penal, se conoció el desparpajo con que se estuvo usando, por años, la tarjeta corporativa de la empresa para hacer compras de regreso en el free-shop de Carrasco, haciendo que pagásemos, a través de nuestra empresa mártir, lo mismo joyas que un colchón.

Para la honestidad pública, un baldón. Para el Uruguay, un drama, Barranca Abajo, con mayúsculas en homenaje a Florencio Sánchez -que él las merece.

Pero se podía caer mucho más todavía. Probada la afrenta, se respondió secuestrando en caja de hierro el pronunciamiento del Tribunal de Ética de la coalición de gobierno, ignorando olímpicamente que el tema es de todos. Y levantado el secreto torpemente confiado a una nube cibernética, el involucrado y los acólitos que le quedan se abroquelaron detrás de tesis y anuncios que proclaman, sin ambages, que mucho más que los principios republicanos les importa conservar el poder.

Con lo cual se llega a la víspera del agrupamiento de dirigentes que se hace llamar Plenario, con el país envuelto por negociaciones espesas y planteos inentendibles, sin haber generado ninguna actitud levantada, con el hastío por Sendic reflejado en las encuestas y con la perspectiva de tenerlo, la semana próxima, encaramado en la Presidencia de la República, ejerciendo la honrosa suplencia que impone el viaje del Dr. Tabaré Vázquez a las Naciones Unidas. Y eso, para el país que tuvo la tradición de sensatez y pulcritud que le conocimos, constituye realmente una tragedia que, de ciudadano a ciudadano, no puede alegrar a nadie y a nadie debe dejar indiferente.

Porque por mucho que recordemos cuáles fueron los vientos delictivos que trajeron estos lodos, merece alto respeto el dolor de los decepcionados que, seducidos, fincaron sus esperanzas, hoy muertas, en revoluciones que terminan en este caos moral.

El Uruguay tiene hoy una inmensa oportunidad para recomponer su modo realmente humano de convivir. Si un siglo atrás se logró que el Estado se hiciera laico pero construyera un modo respetuoso de juntar a todos los credos, hoy nos toca reedificar el espíritu de libertad venciendo las agresiones del fanatismo y la indiferencia de los distraídos.

No es cuestión de analizar las desgracias de las democracias lejanas y cercanas. Es cuestión de volver a tener consciencia de que nuestra República no merece vivir de bochorno en bochorno.

Tenemos el segundo cargo del país al borde del precipicio, no político sino ético.

Por encima de lo que hayamos votado debemos unirnos para reflotar principios, porque este escarnio ya no deja espacio para calculadores ni timoratos.

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Leonardo Guzmán

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