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¿Bullying? ¡Hechos!

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El Presidente de la República atribuyó a bullying la sucesión de acusaciones a su Vicepresidente.

El Presidente de la República atribuyó a bullying la sucesión de acusaciones a su Vicepresidente.

Según la doctrina Vázquez, no deberíamos seguir asombrándonos por el agujero de Ancap, por el uso de la tarjeta corporativa para la compra institucional de un colchón ni por la falsedad de la Licenciatura oficialmente ostentada.

Nos receta desconfiar de los denunciantes y no juzgar lo documentado, sino esperar el fallo de la Justicia -imparcial, pero hoy desvencijada por vejámenes presupuestales y desaires múltiples- y el pronunciamiento del Tribunal de Ética del conglomerado gobernante -respetable pero políticamente implicado.

¡¿Ma cómo?! ¿Acaso el juicio sobre las conductas no es un derecho de conciencia y un deber republicano? ¿Desde cuándo hace falta que haya delito o que se pronuncie el oficialismo para reprobar lo desdoroso? En todos los niveles del escalafón se hacen sumarios por transgresiones nimias y se destituye por ineptitud u omisión, sin que se impute delito. Entonces ¿qué razón constitucional hay para callar la indignación ante evidencias en cascada y sentar que si la Justicia y los correligionarios absuelven, entonces “acá no pasó nada”? ¿No hay “nada” políticamente observable en fundir a Ancap, mentir una profesión y comprar para casa con plata pública?

Cada tanto se alzan voces que claman contra la judicialización de la política. Pues bien, esto de decirnos que hay que esperar luengos presumarios para juzgar políticamente lo documentado en libertad, ¿no es acaso judicializar la cosa pública poniéndole sordina al diálogo ciudadano?

Igual que “mobbing”, la palabreja “bullying” es un trasplante del reciente inglés yanqui. Define el atropello sistematizado que se comete contra el débil, acosándolo, humillándolo, patoteándolo. ¿Algo de eso hizo la ciudadanía al proclamar su estupor ante la sumatoria de pruebas? No. Al contrario.

En definitiva, si el caso Sendic dura ya un año largo en el cenit, ello se debe a la jerarquía vicepresidencial del tema, al dolor del alma -y el bolsillo- que sufrimos por Ancap y a los procedimientos del propio involucrado, que obligan a ahondar cada vez más.

A principios de año, Sendic prometió acreditar su Licenciatura con documentos de Cuba. Se esperó: la promesa la llevó el viento. Tras idas y vueltas, recién una semana atrás reconoció en TV que fue un error “haber dejado que se pusiera licenciado delante del nombre”. Agregó: “Nunca mentí sobre eso, nunca lo usé.”

Pero he aquí que ayer Búsqueda reveló que en un debate sobre el aborto, siendo diputado, el 10 de diciembre de 2002 dijo en Sala: “Estudié seis años de medicina, soy licenciado en genética humana y se podrá imaginar, señor Presidente, que sé exactamente lo que es el cigoto…”

Quiere decir que Sendic no solo dejó que otro “pusiera licenciado delante del nombre”. Invocó expresamente el título para aparentar autoridad científica.

En 7 días rodaron, pues, los dichos del Vicepresidente. Y en 48 horas cayó la tesis presidencial de que el tema se mantiene vigente por bullying de otros. Se alimenta solo. Si hay una “autofagia”, es la suya propia. Arropar a Sendic en vez de predicar desde el gobierno que hay valores incondicionados y cosas intolerables, es violar la esencia del Derecho Constitucional.

De abajo de los escombros, rescatémoslo.

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Leonardo Guzmán

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