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Expedición a la China

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La comitiva presidencial ha partido hacia China repleta de esperanzas; van en la búsqueda de un tratado comercial con ese gigantesco país. Lo primero que viene a la mente es perplejidad: el TLC con Estados Unidos fue torpedeado in limine (como dirían los viejos juristas) y ahora es visto como tabla de salvación. Quizás en el Frente Amplio todavía creen que China no es capitalista.

La comitiva presidencial ha partido hacia China repleta de esperanzas; van en la búsqueda de un tratado comercial con ese gigantesco país. Lo primero que viene a la mente es perplejidad: el TLC con Estados Unidos fue torpedeado in limine (como dirían los viejos juristas) y ahora es visto como tabla de salvación. Quizás en el Frente Amplio todavía creen que China no es capitalista.

Dicen que van allá porque China es el principal destino de nuestras exportaciones. Eso es ahora: unos años atrás, en tiempos de Julissa Reynoso, embajadora de Estados Unidos y habitué del “Quincho de Varela”, quien nos compraba más era Estados Unidos. Hay que mirar las cosas en el largo plazo. Nosotros tenemos un costo laboral más parecido al de U.S.A. que al de China (que es ínfimo). Los chinos nos van a poder vender de todo, y nosotros a ellos solo bienes primarios, materias primas sin procesamiento.

De todos modos sería bueno para nuestro país tratar de conseguir un acuerdo comercial con China; entre otros beneficios nos haría chocar saludablemente con nuestro costo país: costo del Estado, costo laboral, costo de la energía, costo de la ignorancia, etc. Los chinos tienen amorralado un volumen de capital de porte oceánico (tienen en sus bolsillos nada menos que toda la deuda americana) y, según los que saben, si no hay capital no hay desarrollo.

Como dentro de nuestras fronteras no hay mucho capital disponible, hay que conseguirlo afuera.

En la comitiva oficial van algunos delegados del Pit-Cnt y otros frentistas matrizados mentalmente en cuanto a que todo el mal del mundo moderno está en el capitalismo; no se entiende, por consiguiente, qué papel juegan en una comitiva oficial que va en busca de capitales (a no ser que sea por aquello del “sanguchito”).

En fin: que el nivel de macaneo intelectual y/o hipocresía política en la cultura oficial ya no sorprende a nadie.

Para lograr atraer capitales extranjeros hay que concederles algunas ventajas. Así opina el gobierno y así se ha procedido en todos estos años. Las inversiones extranjeras directas han sido muy grandes, pero ya en el 2015 bajaron 50% respecto al año anterior y este año otro tanto.

Los incentivos a la inversión externa directa han sido también enormes. Sin ellos (sacrificio fiscal diría Astori) nadie vendría a este arrabal del sur a invertir un solo peso: no darían las cuentas, no sería negocio. Entonces uno piensa: ¿cómo hacen los uruguayos para que sus inversiones sean negocio? ¡Qué poco valora el gobierno al capitalista autóctono, al uruguayo que enfrenta el costo del Estado, de las tarifas públicas, de los mil cargos de confianza, el costo laboral y, encima, el menosprecio retórico y político de los funcionarios del oficialismo ¡y sigue adelante!

Todo lo que se le alivia y exonera al extranjero para que su inversión sea negocio, lo tiene que afrontar el inversor uruguayo.

De todos modos es saludable que nuestro gobierno salga al mundo y trate de crear condiciones para que el Uruguay pueda comprar y, sobre todo, venderle al mundo.

Más adelante vendrán otros gobiernos con más confianza en las posibilidades de los empresarios y capitalistas uruguayos para invertir, trabajar, hacer negocios, prosperar personalmente y mover la economía del país. Serán tiempos mejores para los uruguayos.

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Juan Martín Posadas

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