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La próxima frontera

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En las últimas décadas los uruguayos hemos atravesado etapas de expansión beneficiados por altos precios de nuestros productos de exportación y otras de contracción causadas por circunstancias externas o malas decisiones internas. Pero lo que tenemos por delante no es la alternancia de los ciclos económicos sino un cambio cualitativo. Tendremos que enfrentar una “4ta Revolución Industrial”.

En las últimas décadas los uruguayos hemos atravesado etapas de expansión beneficiados por altos precios de nuestros productos de exportación y otras de contracción causadas por circunstancias externas o malas decisiones internas. Pero lo que tenemos por delante no es la alternancia de los ciclos económicos sino un cambio cualitativo. Tendremos que enfrentar una “4ta Revolución Industrial”.

En los próximos años, la competitividad de los países dependerá de su capacidad de producir bienes y servicios con alto contenido de conocimiento, tecnología y propiedad intelectual. Los países más prósperos serán los que sean capaces de generar nuevas tecnologías y agregar valor constantemente a su producción. La cantidad de población, la extensión territorial, la ubicación geográfica o los recursos naturales serán cada vez menos importantes. La cantidad de ciudadanos con formación avanzada, la cultura emprendedora y el entorno social estimulante para la innovación y la creatividad serán los recursos críticos para prosperar.

Nuestra posibilidad de desarrollo en los próximos años dependerá de nuestra capacidad para adaptarnos a esta nueva economía. Al momento actual nuestra capacidad de adaptación está en duda. Parte de nuestro liderazgo prefiere vivir en el siglo pasado y otra parte sabe que no es posible. El futuro no tiene representantes en nuestro país pero las prebendas del pasado tienen poderosas corporaciones que buscan mantener sus privilegios. De esta correlación de fuerzas depende nuestro futuro.

El aspecto negativo de esta nueva geopolítica de la riqueza, es que la distancia entre los países más ricos y los demás será aún mayor que la actual. La velocidad de ampliación de la brecha entre los países altamente educados y los demás será cada vez mayor y es posible que lleguemos a un punto de no retorno en el cual ya no sea posible para un país como el nuestro compensar el rezago.

Los países que no puedan competir en esta economía del conocimiento tendrán pocos niveles intermedios de desarrollo. Los países que no puedan competir en base a conocimiento deberán dedicarse a producir bienes y servicios de escasa diferenciación con relativamente pocos empleos y baja remuneración.

El aspecto positivo de la 4ta Revolución Industrial es que cualquier país puede transformarse. Un país no puede cambiar su ubicación geográfica o decidir tener petróleo. Pero la 4ta Revolución Industrial democratiza el acceso a la prosperidad. En la nueva economía la riqueza depende de actitudes culturales (como el emprendimiento y la innovación), y de activos intelectuales y cognitivos como la educación que todo país puede cultivar. Gracias a esta democratización del acceso a la prosperidad, países que hace algunas décadas eran más pobres que nosotros o ni siquiera existían, como Corea del Sur, Singapur o Israel, son actualmente mucho más prósperos e igualitarios que nosotros y no menos cultos ni democráticos.

Una de nuestras principales debilidades en la nueva economía del conocimiento es la escasa cantidad de personas con formación universitaria, en especial jóvenes que son los que tienen mayor propensión a asumir los riesgos asociados a emprendimientos innovadores. Sólo el 5% de los uruguayos entre 25 y 29 años completó una carrera universitaria, son menos de 12.000 personas. En Corea del Sur o Singapur por ejemplo, más de 60% de los jóvenes entre 25 y 29 años tienen un título universitario. Ambos países tenían el mismo nivel educativo que nosotros en la década de 1950.

Aumentar la cantidad de profesionales universitarios no es una condición suficiente para transformarnos en un país innovador y productor de conocimiento, pero es una condición necesaria. Para aumentar la cantidad de ciudadanos con alto nivel educativo existen pocas alternativas: la inmigración calificada, el retorno de emigrados con alto nivel educativo o el aumento del acceso a la educación superior de los ciudadanos.

En cuanto a los extranjeros, Uruguay es un destino atractivo para jubilados pero no tanto para jóvenes profesionales o empresarios por razones de costo de vida, idioma y conectividad aérea entre otras. Nuestro país ha hecho esfuerzos para facilitar el regreso de uruguayos de alta formación, pero los números son limitados. Aumentar el acceso a la educación superior de nuestros ciudadanos es el único camino viable. Esto significa principalmente aumentar el acceso (y la tasa de graduación) de los estudiantes de las familias más pobres, ya que los hijos de las familias de mayores ingresos ya acceden a la educación superior en tasas muy altas, comparables a los países más desarrollados.

Si aspiramos a desarrollarnos económicamente en la nueva sociedad del conocimiento y a brindar a todos nuestros ciudadanos oportunidades de progreso en un mundo en que un creciente número de empleos serán reemplazados por máquinas, nuestra próxima gran frontera debe ser aumentar en gran escala el acceso de la mayoría de nuestra sociedad a la educación superior. Esto requerirá actualizar concepciones, revisar tabúes y superar reacciones corporativas, pero constituye un imperativo moral y un requisito para nuestro desarrollo.

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Jorge Grünberg

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