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No inventado aquí

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Gran parte de la sociedad uruguaya reconoce que nuestro sistema educativo tiene graves problemas de calidad y equidad y que esta disfuncionalidad perjudica gravemente a los ciudadanos, especialmente a los más pobres, en una sociedad en la cual el conocimiento es esencial para el desarrollo personal.

Gran parte de la sociedad uruguaya reconoce que nuestro sistema educativo tiene graves problemas de calidad y equidad y que esta disfuncionalidad perjudica gravemente a los ciudadanos, especialmente a los más pobres, en una sociedad en la cual el conocimiento es esencial para el desarrollo personal.

Si no la corregimos, esta situación empeorará rápidamente por varias razones. Una de ellas es que la automatización llevará a que los trabajos estables y bien remunerados requerirán cada vez mayor formación y por lo tanto las personas que no tengan educación superior tendrán que competir por cada vez menos empleos. El cambio tecnológico en nuestra era es exponencial. Es decir que cada nueva tecnología afectará la producción más rápido que la anterior. Además debemos tomar en cuenta que los países con los que debemos competir si aspiramos a ser una sociedad próspera, ya nos llevan varios años de ventaja en mejorar el nivel educativo de sus ciudadanos. Por ejemplo, los estudiantes de cuatro provincias chinas (Shanghái, Beijing, Jiangsu y Guangdong) con una población total de casi 250 millones de personas tuvieron resultados en matemática superiores a Estados Unidos, Inglaterra o Francia en las pruebas PISA 2015 a pesar de que su PBI per capita es menos de la mitad que el de esas naciones. Estos altos niveles de aprendizaje se traducen rápidamente en economías más competitivas y en una mayor prosperidad como muestran los casos de Corea del Sur, Nueva Zelanda, Singapur o Israel.

Nuestra obligación ética es corregir esta situación. Debemos lograr que nuestro sistema educativo enseñe más y mejor a más personas para que todos nuestros ciudadanos tengan oportunidades reales de desarrollo personal y que nuestra sociedad pueda competir y desarrollarse en esta nueva era. Nuestro sistema educativo, en sus rasgos esenciales, permanece incambiado desde hace décadas. Varios grupos de opinión sostienen que lo primero y más importante a cambiar es el presupuesto. Opinan que lo esencial es aumentar la cantidad de dinero público que se gasta en la educación pública. Otro grupo de opinión sostiene que lo primordial es reformar el sistema educativo para que sea más equitativo, innovador y eficiente. El primer grupo es más influyente políticamente y domina el discurso público. El segundo es más escuchado privadamente por aquellos que deben decidir políticas públicas. El primer grupo tiene razón en que hacen falta más recursos, en especial para apoyar a los alumnos más carenciados. Pero también es cierto que el aumento de recursos por sí solo no garantiza que el sistema mejore. No se puede reformar exitosamente sin recursos, pero no se debe volcar recursos en un sistema disfuncional sin reformarlo previamente.

Existen múltiples ejemplos de países que han mejorado su sistema educativo en pocos años. No se pueden copiar experiencias de un país a otro pero tampoco se deben ignorar. En nuestra discusión educativa predomina la noción de que no nos sirve nada que no haya sido inventado aquí. Experiencias de reformas educativas muy exitosas en las últimas décadas son por ejemplo las muy conocidas de Finlandia, Singapur o Corea del Sur y más recientemente las de Polonia, Estonia o Shanghái. Otra de particular interés para Uruguay por nuestras similitudes en muchas áreas es la reforma educativa de Nueva Zelanda.

Las experiencias de cada proyecto exitoso en cada país son muy diversas. Pero de esas experiencias se pueden extraer algunos denominadores comunes. Uno de los más importantes es la necesidad de que los sistemas educativos tengan mayor capacidad de adaptación a las necesidades e intereses de los distintos tipos de alumnos. Nuestro sistema educativo actual es muy rígido. Todos los alumnos deben adaptarse a un solo modelo curricular y los muchos que no lo logran desertan o repiten con un gran costo para sí mismos y para la sociedad. ANEP es un gigantesco sistema con centenares de miles de alumnos, decenas de miles de funcionarios y docentes y cientos de edificios en todo el país.

Basado en experiencias exitosas de otros países, en particular Nueva Zelanda un país con una historia, un tamaño y una economía con muchas similitudes históricas con el nuestro, ANEP podría transformarse en un organismo orientador y regulador que fije objetivos educativos y estándares de aprendizaje, asegure la calidad de las instituciones educativas del sistema y distribuya el presupuesto entre las instituciones según fórmulas preestablecidas.

Las instituciones (escuelas y liceos) serían las responsables de definir los planes de estudio detallados, métodos de enseñanza y evaluación y gestión del cuerpo docente. Los docentes serían funcionarios de alta dedicación de su institución y no de un sistema enorme e impersonal. Cada institución recibiría su cuota parte del presupuesto en función de la cantidad de alumnos y sus necesidades. En especial las escuelas y liceos de barrios carenciados recibirían mayores recursos para brindar a esos alumnos el apoyo adicional que puedan necesitar para su aprendizaje. ANEP se encargaría de evaluar los resultados de aprendizaje y el funcionamiento de las instituciones con estándares conocidos y consensuados como parte de un mecanismo de mejora continua de la calidad educativa. Una reforma de este tipo permitiría crear equipos docentes de alta dedicación cercanos a sus alumnos durante toda su trayectoria educativa. Este diseño centralizado en sus objetivos pero descentralizado en su ejecución, es un denominador común de sistemas educativos exitosos. Nuestro sistema educativo evolucionaría y se adaptaría a las nuevas demandas cognitivas de nuestra era .

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Jorge Grünberg

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