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El valor de nuestra convivencia

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Es la manera de operar que se ha vuelto viral. En la medida en que no hay buenas noticias para comunicar, estas consisten en promesas, buenos deseos y operaciones en la esfera del populismo y la fantasía. Desde la campaña electoral se fueron alentando equivocaciones acerca del estado del país y su economía.

Es la manera de operar que se ha vuelto viral. En la medida en que no hay buenas noticias para comunicar, estas consisten en promesas, buenos deseos y operaciones en la esfera del populismo y la fantasía. Desde la campaña electoral se fueron alentando equivocaciones acerca del estado del país y su economía.

Todo lo que debía ser transitorio y de escasa importancia se ha venido consolidando como permanente y grave, lo cual favorece la operación mediática. Si la carga de esto se distribuye inequitativamente, habrá sectores de la población que se verán especialmente perjudicados y otros -que a río revuelto- se verán especialmente privilegiados. Como siempre pasa en nuestras caídas, se acentúan las desigualdades. A largo plazo, se van conformando lo más parecido a castas marginales que se hacen extremadamente dependientes de favores políticos y burocráticos que anulan su combatividad. Esto ocurre a nivel de trabajadores, microempresarios y en general a todos aquellos con menor capacidad para hacerse oír porque son pocos.

En algún momento se valoró que el principal problema del gobierno era la falta de credibilidad acerca de sus mensajes cargados de optimismo. Los Consejos de Ministros llenos de buena voluntad se hicieron útiles para las imágenes de casi todos. Pero no solamente. Sumamos el efímero descubrimiento de petróleo que nos llenó de ilusión, el escenario de los partidos políticos haciendo leyes a favor de la seguridad que nadie votaría, la mediación a favor de Venezuela que no quieren los socios mayores, y especialmente el súper show del TLC con China que lo presenta como fácil e inmediato y que en realidad será largo y difícil. Lo que pasa es que lo que dejó el gobierno anterior es una verdadera frazada corta. Muchas necesidades y pocos recursos. Para colmo, los escasos recursos se invirtieron mal.

La lógica era haber preservado la competitividad, alentando la capacidad exportadora en una coyuntura de precios adversa, lo cual pasa por una reducción del gasto público de baja productividad. Sin embargo, se cayó en un déficit que llevará años absorber y en la exacerbación de la burocracia. Las exportaciones de carne, leche, soja, arroz, trigo o lana -los principales bienes exportables- siguen cayendo con menos volúmenes y menores precios. Tampoco son auspiciosas las exportaciones industriales al Mercosur.

Como ya no escapa a nadie, fue la década de despilfarro que atravesamos. El desborde del último período de gobierno fue notorio. Ancap, el Fondes y Pluna se disputan los primeros lugares. Estos episodios, entre otras cosas, nos enfrentaron a nuevos hábitos que no supimos controlar. Es muy difícil comprobar la corrupción en el sector público. Se confunde entre errores administrativos e ineptitudes. Por otra parte, se amparan todos los posibles hechos de corrupción por lealtad partidaria y se obstaculizan las investigaciones parlamentarias. Probablemente se nos esté terminando la etapa en que nos jactábamos de ser el país menos corrupto del continente. Todavía mantenemos muchos méritos de nuestro pasado. Seguridad, educación, honradez, conducta republicana. Pero si no cuidamos y fortalecemos lo que nos va quedando, perderemos lo más valioso de nuestra convivencia.

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Joaquín Secco García

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