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El estribo de China

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Nos tenemos que acostumbrar a un país que está generando menos riqueza, menos inversión, menos empleo, que exporta menos y que lo que produce vale menos. Pero además, a medida que nos vamos internando en el nuevo ciclo económico, van aflorando las consecuencias de las malas políticas de los años dispendiosos de la década pasada. Además, como siempre pasa, basta que las cosas empiecen a ir mal para que vayan peor.

Nos tenemos que acostumbrar a un país que está generando menos riqueza, menos inversión, menos empleo, que exporta menos y que lo que produce vale menos. Pero además, a medida que nos vamos internando en el nuevo ciclo económico, van aflorando las consecuencias de las malas políticas de los años dispendiosos de la década pasada. Además, como siempre pasa, basta que las cosas empiecen a ir mal para que vayan peor.

Además de los cambios adversos en la coyuntura global, tenemos calamidades de nuestra propia cosecha. La conducción del país no tiene estrategia ni se entiende que el largo plazo empezó esta mañana. Ni tampoco entendemos que tenemos que pensar la segunda y la tercera jugada como en el ajedrez. En cambio, tenemos “medidas” casi siempre tardías y arrastrando profundas incoherencias internas. Las discusiones duran para siempre.

La educación no es una prioridad para avanzar sino simplemente un campo de batalla en el cual se enfrentan los batallones. La salud, la seguridad, los servicios públicos, las empresas, la burocracia, el comercio exterior. El listado de privaciones es permanente. Cada día el Estado es más caro y sus servicios peores.

En momentos que estamos rozando una recesión que no será corta, se aumentan significativamente las cargas fiscales para terminar gastándose entre los usos de más baja productividad de la economía. El ingreso será menor. El Estado y los funcionarios más privilegiados verán aumentadas sus remuneraciones, mientras en el otro extremo habrá menos empleos o menos salarios o menos horas extras. Es lo que se ve en la industria, en las actividades de exportación, en la construcción, en las Pymes…

Todo se envuelve en el humo de los discursos, las proclamas igualitarias y las promesas de prosperidad. Desde hace mucho tiempo se anticipaban dificultades pero estas se comprendieron muy tarde, y muy tarde se comienza a buscar soluciones cuando es más tarde y las condiciones para encontrarlas se hacen más difíciles. Para colmo, en medio de todo empiezan a manifestarse los procesos de corrupción. La suma de burocracias, ausencia de controles y enfoques populistas ha marcado el fin de los procesos de derroche en todo el continente. La apropiación de parcelas del Estado para quienes consiguen los votos.

Se han acentuado las políticas que castigan la competitividad y los incentivos para la productividad, el empleo, las exportaciones y el crecimiento. Por otra parte se favorecen las políticas de distribución sin contrapartidas de productividad. Si no hay productividad y crecimiento, difícilmente la distribución sea sostenible. Además las políticas favorecen un sistema de incentivos contrario al crecimiento.

La promoción del comercio es un impulso espasmódico y guiado por la ideología. Algún día fue con EE.UU., después el estribo de Brasil, después la UE y ahora China. EE.UU. no conviene porque es imperialista. China sí, seguramente porque su imperialismo mucho más antiguo será más distraído en la defensa de sus intereses, a la vez que no sabemos qué hacer con el Mercosur. Rápidamente caminamos hacia la mitad del período de Gobierno y seguimos especulando y prometiendo.

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Joaquín Secco García

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