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Los policías presos

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La semana pasada un juez de Maldonado procesó con prisión a dos policías, a uno como autor y al otro como co-autor de un delito de lesiones graves luego de que persiguieran y dispararan a dos delincuentes (uno resultó herido) que un rato antes habían cometido un robo. Estos últimos tenían antecedentes penales y también fueron procesados.

La semana pasada un juez de Maldonado procesó con prisión a dos policías, a uno como autor y al otro como co-autor de un delito de lesiones graves luego de que persiguieran y dispararan a dos delincuentes (uno resultó herido) que un rato antes habían cometido un robo. Estos últimos tenían antecedentes penales y también fueron procesados.

No conozco el expediente judicial, de eso no opinaré, aunque me sorprende que aún en la justicia del procesamiento este haya sido con cárcel, al igual que para los delincuentes. La misma consecuencia para el que vive delinquiendo que para aquellos que nos defienden.

El hecho no es menor. Vivimos golpeados por la inseguridad, la impunidad y la desprotección del Estado frente a la violencia y el delito. La gente encerrada en sus casas, camina de noche (y de día) con miedo por las calles, un niño está en su casa mirando la televisión y una bala perdida lo hiere de gravedad, un abuelo es apuñalado hasta morir, otro vecino asesinado a sangre fría la semana pasada, son todas noticias de los últimos días. No cuento las bandas mafiosas que acercan a Montevideo a pasos agigantados al Medellín de Escobar. Incineraciones de personas, enterramientos macabros, descuartizamientos. Sicarios que impunes matan a supuestos otros mafiosos y en al camino dejan muerte “colateral” e impunidad, como la chica que encontró su muerte mientras un sicario disparaba a una pareja de paraguayos en la costa.

Por eso que vayan presos dos policías por estas circunstancias es una noticia preocupante. El mensaje que el resto de los policías recibió es: mejor no meterse. Una decisión que se toma en décimas de segundos: un procedimiento de riesgo o una persecución a delincuentes termina con policías presos. ¿Quién protege a quienes nos protegen? El juez aplicó la ley. Entonces hay que cambiar la ley, porque no puede valer lo mismo la libertad de aquel que nos cuida que de aquel que nos lastima. No es justo. No se le puede pedir al policía que arriesgue su vida y después en decisiones que son fáciles de analizar en un escritorio pero no en la calle, en segundos, y amenazados, terminen igual que el mafioso.

No solo es una cuestión de ley vigente, también es de la falta de respaldo de su ministro. No escuchamos, salvo del jefe de Policía de Maldonado, una sola mención del superior de esos funcionarios: el ministro. Cuando un policía se corrompe, Bonomi hace diez conferencias de prensa de corrido, habla de la purga de la institución, de la “nueva Policía”, hace campañas de marketing, pone carteles callejeros y avisos. Cuando dos policías terminan presos después de un procedimiento se esconde, no dice una palabra. Es rápido y presto para perseguir la corrupción policial pero no para respaldarlos y apoyarlos. No es ir contra la Justicia, es simplemente reconocer que se la jugaron y que el resto de la Policía tiene un ministro que los respalda y no que se esconde y balbucea. Nada de idioteces de gatillo fácil ni ocho cuartos. Simplemente respaldar a policías que no son oficinistas, andan en la calle donde las mafias medran, disparan y matan y donde ellos están para protegernos. Cuando hay policías que se corrompen no hay que dudar en perseguirlos y castigarlos con rigor, y cuando los hay que se la juegan tampoco hay que dudar. El que se esconde no merece dirigirlos. Con pusilánimes es difícil. Por eso con Bonomi es imposible.

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Javier García

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