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Diferentes cinturones

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La fiesta donde el dinero circulaba y se gastaba sin medida ni control empieza a llegar a su fin. El gobierno de Mujica gastó lo que no tenía, vivió de garufa. El déficit se multiplicó y a pesar de eso el FA ganó las elecciones.

La fiesta donde el dinero circulaba y se gastaba sin medida ni control empieza a llegar a su fin. El gobierno de Mujica gastó lo que no tenía, vivió de garufa. El déficit se multiplicó y a pesar de eso el FA ganó las elecciones.

La responsabilidad, mal que nos pese, no es un valor muy reconocido políticamente, y menos en tiempos de vacas gordas. Como el presidente andaba en Fusca y, casualmente, cada vez que prendía el motor andaba una cámara de televisión cerca para difundirlo en los informativos, la fiesta era completa. Se vendía austeridad mientras se llevaba adelante una orgía de gastos que financiaron carreras políticas como en Ancap y desvaríos populistas aeronáuticos nacidos para el fracaso, eso sí con plata ajena. Mientras los uruguayos prendíamos velitas al socialismo con el Fondes (las velas más caras del mundo) las escuelas se hundían y los hospitales se transformaban en comités de base como bien lo calificó el diputado Martín Lema esta semana. El presidente Mujica vendía austeridad y con enorme soberbia usaba la plata del pueblo para despilfarrarla en sus aventuras políticas. Dijo esta semana que él de economía no sabía nada, pero de política sí. Y es verdad, lo demostró. Es difícil saber de economía si no se administró nunca un sueldo para llegar a fin de mes.

Las luces de alarma se prendieron y lo que se malgastó antes hay que pagarlo ahora. La primera reacción de Váz-quez fue ilusionar con la gran esperanza petrolera que aseguraría el futuro. Duró poco, a pesar de las pomposas reuniones políticas. Puro humo. Tanto como el anuncio que China, con microscopio regional, eligió a Uruguay para firmar un TLC contra Brasil y el resto. Más humo. No fue cuento chino, fue cuento uruguayo. Esperamos con enorme ilusión que se concrete la megainversión papelera que se anuncia. Ni una palabra más.

Como lo que financiaría el agujero negro no está, Vázquez pide austeridad y ajusta los cinturones. Se acordó de la gestión. Sin embargo carece de gestos políticos que le den autoridad, más bien todo lo contrario. Es insostenible que insista con comprarse un avión en medio del ajuste económico. No es un tema de dinero, que también lo es, sino de ejemplo republicano. Económicamente no moverá la aguja, pero la de la autoridad política del presidente sí. Los uruguayos muestran su indignación con esto. Esta semana, además, explotaron las redes, consecuentemente con la modificación del pago del Fondo de Solidaridad universitario y el sueldo de su gerente, que supera los diez mil dólares mensuales. Es una burla, una cachetada que les pega en la cara a todos los trabajadores profesionales que financian un sueldo inexplicable. ¿Puede el gobierno pedir austeridad y cobijar estas contradicciones y defenderlas?

El Frente Amplio se pregunta qué les pasa a los uruguayos. Por qué no valoran el crecimiento de los últimos años. Simplemente porque sabemos que se dilapidó en una fiesta impune. Que ahora hay que salir corriendo a hacer carreteras y vías que se prometían, como trenes que se anunciaban correrían de punta a punta del país, mientras que el único que se inauguró y desapareció en un suspiro fue la payasada de Mujica y Cristina Kirchner, el de los “pueblos libres”.

No se puede pedir ajustar cinturones a la gente, mientras Vázquez se ajusta otro, el de su jet presidencial. Por aquello de “dignidad arriba y regocijo abajo”.

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Javier García

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