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Democracia en marcha

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IGNACIO MUNYO
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Uruguay tiene un valor que lo distingue en la región y que es visto desde el exterior como una ventaja comparativa: una democracia en serio. Eso es motivo de satisfacción, pero no puede hacer que el país se descanse en la inercia.

Uruguay tiene un valor que lo distingue en la región y que es visto desde el exterior como una ventaja comparativa: una democracia en serio. Eso es motivo de satisfacción, pero no puede hacer que el país se descanse en la inercia.

Vivimos en un mundo de paradojas. Una de ellas es que mientras la opinión pública a nivel global valora a la institucionalidad democrática cada vez más, son cada vez menos los países capaces de cumplir con los requisitos para ser democracias plenas.

En un reciente estudio del Centro para el Futuro de la Democracia de la Universidad de Cambridge, en base a una recopilación de datos de múltiples encuestas de opinión a nivel global, se presenta evidencia de que la pandemia trajo una fuerte caída generalizada del apoyo a la polarización, a las actitudes populistas tales como creer hablar en nombre de la “voluntad de la gente’’, o dividir a la sociedad entre “el pueblo de a pie” y la “elite corrupta”. Lo que se observa es similar a lo sucedido luego de eventos análogos del pasado, como la gripe española de 1918-20, que impulsaron una mayor cohesión social y apoyo para el bienestar colectivo.

Sin embargo, al mismo tiempo, los datos presentados por The Economist muestran que cada vez menos gente en el mundo vive en democracias plenas. Solo 6 de cada 100 personas en la actualidad tienen la dicha de poder desarrollar su vida en un sistema democrático en serio, cuando hace 15 años eran 13.

En este mundo, Uruguay puede exponer su activo más valioso: la calidad de sus instituciones. Ese fue el centro del discurso del presidente de la República en la Expo Dubái para atraer inversores al país. También fue el fundamento del homenaje a la democracia uruguaya realizado por Ceres en el marco de los festejos de su fundación en 1985, que quedó plasmado en el libro “Uruguay: Democracia en Marcha” presentado en Maldonado días atrás.

Hoy se cumplen 37 años de democracia ininterrumpida en Uruguay, el período más largo y profundo desde 1830, en los que el país logra consolidar una democracia plena, la única en América del Sur. En los últimos años, Uruguay también logra mejorar la percepción interna de la democracia. Según datos recabados por Cifra para Lapop (Latin American Public Opinion Project), la población en Uruguay que considera que la democracia es preferible a cualquier otra forma de gobierno subió de 65% en 2018 a 80% en 2020.

Sin embargo, el desafío es permanente. Mantener un gobierno que funcione en el marco de un sistema de controles y contrapesos, que la justicia sea independiente y que siempre respeten las libertades civiles, con todo lo que ello implica; exige un gran esfuerzo.

Además, una democracia plena debe asegurar amplia participación en todo el proceso político electoral. La participación de las nuevas generaciones y de las personas con menor grado educativo -ambos grupos con valoración de la democracia bastante inferior al resto de la población-, y la profundización de la democracia paritaria -el 70% de las legisladoras creen que no hay mayor participación femenina en la política porque el sistema las discrimina-; son asuntos que la democracia uruguaya debe abordar para seguir liderando en los indicadores globales.

Es compromiso debe ser permanente. Una democracia plena es siempre una “Democracia en Marcha”.

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