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¿Qué regla usa?

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El gobierno, me refiero. A mí me resulta bastante confuso. No quiero ni imaginar lo que estarán pensando los brasileños.

El gobierno, me refiero. A mí me resulta bastante confuso. No quiero ni imaginar lo que estarán pensando los brasileños.

Resulta que nuestro gobierno se agravia con el del Brasil porque en ese país su parlamento acaba de votar una reforma laborar bastante profunda. La ley introduce una serie de medidas que flexibilizan aspectos muy relevantes de la relación laboral.

La primera reacción aquí, de parte de algunos ministros y varios dirigentes políticos y político-sindicales, fue de duro rechazo, basado en el daño social que aquella ley provocaría (presumiblemente en Brasil), pero también con mal disimulado temor a un posible contagio aquí.

Salieron a trancar fuerte antes que la jugada se arrime al área.

Hasta ahí, todo bien. Mejor dicho, normal. De acuerdo al libreto que uno esperaría.

Parece que Itamaraty convocó a nuestro embajador en Brasilia, pero más que nada para tirarle las orejas por las declaraciones algo deslenguadas de algunos secretarios de estado uruguayos.

Pero ahora resulta que, según parece, el gobierno pretende ir más allá y le hará al Brasil un planteo formal, quejándose por los daños que la reforma laboral provocará al Uruguay y aun pretendiendo algún tipo de resarcimiento.

Así lo consigna el semanario Búsqueda:

“Que tu competidor haga eso es un disparate” (fuente del Poder Ejecutivo). “… con asesoría del MTSS el gobierno envió una nota donde advierte que, si Brasil sigue adelante con la reforma, deberá “compensar (...) no solo el perjuicio por una posible caída de exportaciones, sino también el descenso… en recaudación de impuestos, aportes… e incluso la pérdi-da de puestos de trabajo” (Nº 1931 pág. 11).

Disparate hay, sin duda, pero ¿de quién?

1) Si lo hecho por Brasil es de por sí malo, como de primera dijeron distintos políticos y político-sindicalistas, ¿de qué nos quejamos?

A lo sumo podríamos solidarizarnos con el hermano pueblo brasileño y decir todos esos lugares comunes de estilo, (sonriéndonos para nuestros adentros por la ventaja que les sacaríamos a los tales hermanos).

2) Pero resulta que no va por ahí la procesión. Enseguida quedó claro que el agravio de los voceros políticos y político-sindicales viene porque la tal reforma brasileña perjudicará nuestra competitividad. O sea, no es que estos tipos hicieron algo malo para ellos, sino todo lo contrario: van a ser más eficientes gracias a la reforma laboral. Ahí está la cosa.

Entonces, quiere decir que nuestro gobierno se agravia porque el gobierno del Brasil, actuando conforme a su ordenamiento jurídico, hizo algo bueno para su gente. Otro tanto haríamos, presumiblemente, si los demás socios del Mercosur por ejemplo, redujeran sus cargas tributarias o sus costos estatales, (y guambia que si Macri la pega otra vez, en octubre, ahí también habrá reforma laboral). En una palabra, exigiríamos que Argentina, Brasil y Paraguay nos compensen por toda medida de progreso económico que tomen.

¿Y por qué no, ya que estamos, también por las ya tomadas? Así, por ejemplo, podríamos terminar con la pavada paraguaya de tener una carga tributaria que es la mitad de la nuestra.

Es muy importante el ser firme en los principios. Sobre todo cuando queremos abrirnos comercialmente. Así, les pondremos las cosas claritas a la Alianza del Pacífico, antes de bendecirlos con nuestro ingreso.

3) ¿Les parece un disparate?

Ni la mitad de lo que resulta cuando se suma al tema la actitud que el gobierno uruguayo ha tenido, en el Mercosur, con respecto a la Venezuela de Nicolás Maduro

Frente a una modificación de una ley interna, cumplida democráticamente, salimos corriendo a hacer planteos, políticos y diplomáticos, pero cuando se trata de violaciones gruesas al orden jurídico y a derechos fundamentales de las personas, los mismos voceros, políticos y político-sindicales, acuden al Nirvana de la autodeterminación, el diálogo y al no me toques a los compañeros.

Cuando yo era joven, los ingenieros usaban unas reglas que tenían varias caras, todas llenas de números y, encima, una tabla deslizante adentro con más números. Se llamaban “reglas de cálculo” y con ellas se podía hacer cualquier cálculo.

¿Será una de esas la que usa nuestro gobierno?

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Ignacio De Posadas

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