Publicidad

El Pepe Trump

Compartir esta noticia

Por qué ganó? ¿Qué va a pasar? Son las preguntas del momento. Abundan las respuestas, algunas con fundamento, pocas con relevancia para nosotros.

Por qué ganó? ¿Qué va a pasar? Son las preguntas del momento. Abundan las respuestas, algunas con fundamento, pocas con relevancia para nosotros.

Los Estados Unidos tienen ciertas peculiaridades en cuanto al funcionamiento de su democracia. Para empezar, votó apenas la mitad de los habilitados, promedio histórico, con lo que el nuevo presidente resultará electo con menos del 25%. Buena oportunidad para reflexionar sobre las virtudes del voto obligatorio. El argumento en contra es que constituye un derecho, por encima de una obligación cívica. Quizás, pero los efectos están a la vista (el Brexit también fue con voto libre).

Encima, por el mecanismo de elección indirecta creado por los Padres Fundadores -que no creían mucho en la democracia directa (y poco en la representativa)- Trump perdió en el voto popular. Es más, no ganó en ninguna ciudad con más de un millón de habitantes.

Pero estas son peculiaridades no extrapolables a nuestra realidad, por lo que nada tenemos que aprender de ellas.

La elección de Trump significó un fracaso para todos los establishments americanos: fracaso del presidente (y de su magnética primera dama), fracaso del establishment Republicano, de los grandes medios de comunicación y aún del mundo de las grandes empresas. Trump no era el candidato de Wall Street.

La elección de Trump no se produce en un momento de crisis de los EEUU, ni bajo un gobierno catastrófico. La administración Obama podrá no gustar, pero no es una calamidad que justifique tamaña reacción. Entonces, ¿por qué lo votó la gente?

¿Por sus argumentos durante la campaña? En su mayoría fueron horribles y, encima, cambiantes (“como te digo una cosa…”).

¿Por su trayectoria personal, familiar y empresarial? Difícil.

¿Por su estilo y su imagen? Menos.

En definitiva, creo que lo votaron porque él está contra todo lo que muchísima gente está en contra y caliente.

Trump puede ser un producto típicamente americano, pero el fenómeno viene reproduciéndose en distintas partes del mundo: Brexit, Podemos, Bepe Grillo, presidente de Filipinas, Mujica, etc..

Lo ocurrido en los EEUU constituye una fuerte señal de que su democracia no es apreciada, de que su sociedad está fracturada y su cultura ya no es tan inclusiva (el “melting pot” fue).

Otra vez, tiene características propias, pero el fenómeno se muestra crecientemente en el mundo.

El juicio inmediato es que los políticos tienen la culpa: posiblemente cierto, pero no totalmente cierto. Hay otro factor, más complejo y más profundo. El tono, la intensidad y la orientación de estas reacciones apuntaron a fenómenos culturales de insatisfacción (bronca) con el funcionamiento de la Democracia y cuando eso ocurre en épocas normales: ¡ojo!

El desenlace electoral americano fue producto de odios y de temores: a la globalización, a los inmigrantes, a la falta de progreso económico, a los cambios… No son, precisamente, los ingredientes de un mandato promisorio.

Lo que nos conduce a la segunda interrogante: qué podemos esperar del futuro sucesor de George Washington?

Trump ganó por la bronca y las expectativas frustradas de mucha gente: ¿conseguirá revertir eso, dando satisfacción y seguridad al grueso de la sociedad americana? No será fácil. Y si fracasa, ¿qué pasará con esas fuerzas reaccionarias nuevamente frustradas?

Ganó la elección peleando contra todo y contra todos (su propio partido, los Demócratas, los empresarios, los gobernantes, los funcionarios, otros gobiernos…) ¿Gobernará de la misma manera?

¿Podrá haber una reacción positiva después de tanto odio azuzado?

Me temo que vamos a ver (y experimentar), al menos de arranque, un gobierno muy aislado: de la estructura administrativa, de la sociedad y aún de la realidad, inmerso en una sociedad fracturada y crispada. El populismo funciona sobre la división de Nosotros contra Ellos.

En el campo de la economía interna de los EEUU, los presidentes no tienen gran capacidad de hacer (todas las promesas de crear puestos de trabajo, asegurar el crecimiento de la economía, etc., son demagogia pura). Pero sí tienen capacidad de hacer daño. Vamos a ver un nuevo episodio de “voodoo económics”, como en los primeros tiempos de Reagan, probablemente acompañado de un crecimiento del aparato estatal y un aumento de la inflación.

Lo más negativo, sin embargo, es lo que Trump intente en materia de política exterior y, más específicamente comercial.

Es difícil evitar el pesimismo cuando uno imagina las políticas del futuro gobierno en temas como el cambio climático (¿mantendrá los compromisos asumidos?), la liberalización del comercio (el rol de los EEUU en la agonizante OMC) y la ampliación de la red de tratados.

En suma, todo apunta a un predominio del aislacionismo y, en donde quiera asumir protagonismo, a serias fricciones.

En cuannto a nosotros, me parece que las opciones posibles estarán entre la ignorancia y el desinterés.

SEGUIR
Ignacio De Posadas

¿Encontraste un error?

Reportar

Te puede interesar

Publicidad

Publicidad