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Madurez política

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Al considerar la magnitud del desafío que significa enfrentar la amenaza del cambio climático para nuestros pueblos, todo lo que hagamos estará justificado.

Al considerar la magnitud del desafío que significa enfrentar la amenaza del cambio climático para nuestros pueblos, todo lo que hagamos estará justificado.

Lo advierten los científicos más reputados y confiables del mundo. Ignorar o minimizar la alarma constituye un acto de extrema irresponsabilidad.

Días atrás visitó nuestro país Rosalía Arteaga, activista ecuatoriana en temas claves como el cambio climático y la conservación de la selva amazónica. Licenciada en Ciencias Políticas y doctorada en Derecho, en los noventa incursionó en la política de su país, llegando a ser Ministra de Educación, Vicepresidenta, e incluso, Presidenta de Ecuador por unos días (1997).

Su mayor preocupación regional es la vulnerabilidad de los pueblos originarios y los pobres latinoamericanos ante los desastres derivados de los fenómenos hidrometeorológicos por el cambio climático.

Responsabiliza de la falta de acción y compromiso a los gobiernos populistas que se han instalado en América Latina desde hace muchos años: “son muy buenos para hablar pero tienen una escasa capacidad de gestión, sobre todo en temas que aparecen con menor visibilidad frente a las mayorías electorales”. Además señala que la retórica política muchas veces es divergente de la práctica en el territorio.

Arteaga considera que existe un conocimiento aceptable sobre la amenaza del cambio climático en buena parte de los gobiernos de la región, “pero a la hora de actuar priman las medidas populistas y los intereses económicos, más que la conciencia y el compromiso que son necesarios para actuar”.

Advierte que en América Latina no tenemos todavía una gran conciencia popular de los riesgos y amenazas que supone el cambio climático. Se necesita incrementar el conocimiento en la población que fortalezca la gobernanza y así forzar el cambio de políticas y estrategias, que se plasmen en mejores leyes.

Destaca el papel protagónico que deben jugar los gobiernos locales, departamentales y municipales en materia de adaptación y mitigación al cambio climático, porque están muy cerca de sus electores, lo que aumenta la obligación moral y social que tienen de proteger y de solucionar sus problemas. Desde luego ello “debe ir acompañado de la respectiva normativa jurídica que transfiera desde los gobiernos nacionales, las competencias necesarias en gestión de riesgos, capacitación y autoridad suficiente para que esas disposiciones se cumplan”.

Hoy contamos con el Acuerdo de París, respaldado como nunca antes por la gran mayoría de las naciones del mundo. Su punto más frágil es que cada nación presentó sus “Contribuciones Nacionales” como contribución a la reducción de las emisiones. No hay imposición de límites, no hay sanciones a los incumplimientos; todo es voluntario y ya sabemos lo que sucede cuando esas son las pautas.

A ello se le agrega un elemento negativo adicional: la postura del actual Presidente estadounidense de negar la amenaza del cambio climático. “Me temo que solo situaciones catastróficas en el propio territorio norteamericano, obligarán al gobierno Trump a dirigir sus miradas hacia este tema”, sentenció Arteaga.

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Hernán Sorhuet Gelós

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