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La ola de la Libertad

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La disolución del Parlamento de Venezuela es el último episodio de una serie que ya lleva años y que a nadie puede sorprender. Hace mucho que Venezuela sufre una atroz dictadura encabezada por uno de los más infames gobernantes que recuerde la historia del continente y que ha sumido a su pueblo en la ignominia y la miseria.

La disolución del Parlamento de Venezuela es el último episodio de una serie que ya lleva años y que a nadie puede sorprender. Hace mucho que Venezuela sufre una atroz dictadura encabezada por uno de los más infames gobernantes que recuerde la historia del continente y que ha sumido a su pueblo en la ignominia y la miseria.

Cumpliendo la atinada observación de David Hume de que la libertad rara vez se pierde de una sola vez, los venezolanos arrastran un proceso que inició Chávez por el que se fueron deslizando hasta volver irreconocible a su país. Venezuela supo tener un sistema de partidos, ubicarse entre los países más ricos de América Latina y ser refugio de exiliados políticos en tiempos de otras dictaduras (incluida la uruguaya).

Hoy, desgraciadamente, se transformó en el nuevo ejemplo que confirma la regla universal de que la aplicación de cualquier totalitarismo, sea de signo socialista o fascista, elimina la libertad de las personas, produce el desabastecimiento de los bienes más básicos y termina acumulando muerte y destrucción.

Cuando se observa a las demás naciones del continente, se encuentra una regla estadística que constituye un experimento casi de laboratorio. Los países que aplicaron las políticas del “socialismo del siglo XXI” son los que tienen los peores resultados en términos de crecimiento económico, aumento de la pobreza y falta de libertades. Los que le escaparon, como Perú o Colombia, muestran resultados mucho más alentadores. En otra categoría, Chile que supo ser ejemplo de políticas públicas de crecimiento y desarrollo social, hoy se encuentra en dificultades por los graves yerros del gobierno de Bachelet que está destruyendo el modelo chileno.

La lección sobre las políticas que ineluctablemente fracasan es muy clara para quien lo quiera ver, pero no parece tan evidente hacia dónde debe ir América Latina una vez pasado lo peor del chavismo, el kirchnerismo y demás atrocidades del estilo.

No parece divisarse en el horizonte una nueva ola, más bien se ven respuestas distintas, propias de la particular circunstancia de cada país. Argentina se encamina zigzagueante a la normalización de su economía, Brasil se tambalea por la corrupción que enchastró a tirios y troyanos, Chile espera que Piñera lo reencamine, y Perú sigue, sin aspavientos, mejorando día a día. Falta sin embargo una cabal comprensión de la verdadera nueva ola que necesita América Latina, que es la de libertad política, social y económica que la coloque rumbo al desarrollo que le ha sido tan esquivo. El latrocinio del malhadado “neoliberalismo” y la barbarie del socialismo del siglo XXI son caminos al despeñadero.

Es tiempo de comprender que no hay otra receta que abrazar la democracia, el Estado de Derecho, la apertura económica, la estabilidad política y económica, el combate a la corrupción, un sistema judicial independiente y eficiente, bajos impuestos, reducir la burocracia y el costo del Estado, el cuidado del medio ambiente e inversión de calidad en infraestructura, educación e innovación.

La batalla de las ideas es el escenario fundamental para que la libertad se abra paso de una vez en nuestro continente y la cooperación libre y voluntaria de las personas desate la creatividad y la inteligencia que hoy se encuentra maniatada.

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Hernán Bonilla

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