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Luces y sombras de la economía

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Uruguay atraviesa una coyuntura económica que, como pocas veces en los últimos años, muestra importantes contrastes. Quedó atrás la etapa en que todos los indicadores eran positivos, lamentablemente, pero tampoco estamos en una en que todos sean negativos, afortunadamente.

Uruguay atraviesa una coyuntura económica que, como pocas veces en los últimos años, muestra importantes contrastes. Quedó atrás la etapa en que todos los indicadores eran positivos, lamentablemente, pero tampoco estamos en una en que todos sean negativos, afortunadamente.

Comenzando por el lado amable, es bueno que la economía este año vuelva a crecer, luego de un virtual estancamiento en los dos años anteriores. A la espera del dato del segundo trimestre, hoy es posible afirmar que, salvo sucesos impredecibles, la economía uruguaya crecerá más de 3% el presente año (nuestra estimación puntual es 3,2%).

Otra variable que ha mostrado una evolución positiva es la inflación, desacelerándose respecto al 11% que alcanzó el año pasado, para ubicarse hoy dentro del rango objetivo del Banco Central (5,45% anualizada a agosto).

Sin embargo, también hay sombras en el panorama. La situación del mercado de trabajo se ha deteriorado sensiblemente en los últimos dos años y esa situación no ha variado pese al crecimiento en el comienzo del año en curso. Se han perdido en este período unos 40.000 puestos de trabajo y las perspectivas no son halagüeñas.

La pérdida de competitividad golpea fuerte a las empresas de nuestro país, con una combinación letal de atraso cambiario, altos impuestos, elevadas tarifas públicas en energía eléctrica y combustibles, verbigracia, un mercado de trabajo esclerosado y una inserción internacional de mala calidad.

De estos factores que afectan la competitividad hay algunos que son mejorables en un plazo relativamente corto y otros que no porque forman parte de características estructurales del país.

Otro aspecto negativo es el resultado fiscal. El último dato conocido de déficit fiscal a julio fue de 3,6% pese al “ajuste fiscal dinámico” que sufrimos desde 2015. Este punto es particularmente preocupante, ya que no hay margen para nuevos impuestos (pese a la creatividad de la actual Rendición de Cuentas que pretendió gravar hasta las rifas), y el resultado fiscal no ha mejorado. La razón, por supuesto, es la del artillero: el gasto público siguió aumentando y eso nos conduce a una dinámica insostenible a largo plazo. Y eso considerando que no debamos enfrentar una fase contractiva del ciclo económico en el futuro mediato, de lo contrario nos veremos en severas dificultades para afrontar esa situación.

De lo que describimos en apretada síntesis se puede concluir que, aunque algunos datos macroeconómicos son positivos, el statu quo a largo plazo nos va a resultar fatal. Las condiciones de la economía internacional aún son muy favorables, pero no hemos generado las condiciones para promover un crecimiento endógeno de la economía. En buen romance, sin una fuerte inversión en infraestructura útil, una reforma educativa en serio que nos saque del atraso en que nos hemos sumergido incluso para estándares latinoamericanos, una regla fiscal que nos garantice una trayectoria sustentable de las finanzas públicas y nos permita bajar impuestos, la siempre postergada reforma del Estado y una mejor inserción internacional que nos convierta en un jugador global, nuestro actual crecimiento será efímero y no lograremos sostener la mejora en la calidad de vida de los uruguayos. Es fundamental entenderlo y actuar en consecuencia.

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Hernán Bonilla

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