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Apuntes sobre la rendición

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El Parlamento se encuentra estudiando la rendición de cuentas. Dado el diseño particular que le ha dado la actual administración, de que cada rendición sea una especie de nueva discusión presupuestal, el debate sobre cómo asignar recursos se ha disparado y las manifestaciones se suceden.

El Parlamento se encuentra estudiando la rendición de cuentas. Dado el diseño particular que le ha dado la actual administración, de que cada rendición sea una especie de nueva discusión presupuestal, el debate sobre cómo asignar recursos se ha disparado y las manifestaciones se suceden.

El tema fiscal es prioritario en esta instancia, aunque nos hemos habituado a que se incluyan en el largo e intencionadamente abstruso articulado del proyecto de ley medidas de todo tipo. Es importante entonces conocer cuáles son las proyecciones de las principales variables macro-económicas que estima el gobierno para hacerse una idea de su consistencia.

En cuanto al crecimiento de la economía el Poder Ejecutivo estima que este año será del 2%, en 2018 de 2,5% y en 2019 de 3%. Dada la información del PIB del primer trimestre del año es probable que la estimación oficial se quede corta. Nuestra estimación para el corriente año es de 3,2%, con lo que tendríamos un crecimiento de algo más de un punto del escenario planteado en la rendición. La previsión para el año próximo es muy razonable y es recién en 2019 donde parece de más difícil concreción la tasa proyectada. En resumen, la estimación para este año es pesimista, la de 2018 neutra y la de 2019 optimista.

Este punto es crucial porque dado que este año la economía probablemente crezca más que lo que espera el gobierno y este elemento forma parte del debate parlamen- tario, habrá voces pidiendo aumentar el gasto sobre lo que ya prevé la rendición. Lo cierto que esto sería riesgoso, dado el sesgo de las estimaciones para los próximos años y que es mejor pecar de conservador en esta materia que de pródigo para luego encontrarse en dificultades.

Es interesante notar que el “ajuste fiscal dinámico” sigue adelante. Algunas medidas que se incluyen en la rendición son tan retrógradas y contraproducentes como la suba de la tasa consular y el intento de gravar a servicios de internet como Netflix y Spotify que nos aleja del mundo al que desesperadamente deberíamos estar integrándonos. Otras, de concretarse, como los reaforos rurales que pesan sobre varios tributos es un nuevo palo en la rueda de un sector en enfrenta severos problemas de competitividad que no son ajenos a todas las empresas.

Aun en este escenario es difícil que se cumpla la trayectoria prevista por las estimaciones oficiales para el déficit fiscal, que debería descender gradualmente hasta llegar al 2,5% al fin del período. Lo cierto es que es más probable que continúe por encima de 3% en los próximos años y con un endeudamiento creciente tanto en monto como en relación al producto. En este sentido, si bien hoy no está en riesgo el “grado inversor” que le asignan al país las calificadoras de riesgo, nos vamos acercando al límite de lo razonable.

La dinámica política tiene una lógica muy distinta de la económica, como sabemos, y eso es lo que ha impedido que se planteara lo que hubiera sido deseable que es bajar el gasto en vez de seguir aumentándolo. Mientras que sigue la danza de nuevos impuestos (en contradicción flagrante con el compromiso asumido por el actual gobierno) vamos en el sentido inverso de los países que prosperan. Menos y mejor gasto público debería ser la consiga; lamentablemente, la realidad va en el sentido contrario.

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Hernán Bonilla

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