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Por tanto...

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Mientras me proponía escribir esta columna, dedicada en principio al lanzamiento de EDUY 21, esa mezcla de think-tank y clamor popular que reúne a especialistas en educación y ciudadanos comprometidos, me encontré con la exposición realizada por el expresidente Jorge Batlle en septiembre pasado en el marco de las conferencias TED. De algún modo, ambos hechos están unidos por el entusiasmo transformador, la pasión por entender el mundo y proyectar el país hacia un futuro mejor.

Mientras me proponía escribir esta columna, dedicada en principio al lanzamiento de EDUY 21, esa mezcla de think-tank y clamor popular que reúne a especialistas en educación y ciudadanos comprometidos, me encontré con la exposición realizada por el expresidente Jorge Batlle en septiembre pasado en el marco de las conferencias TED. De algún modo, ambos hechos están unidos por el entusiasmo transformador, la pasión por entender el mundo y proyectar el país hacia un futuro mejor.

“Precisamos más filósofos, más científicos, y más y mejores educadores. Y abrirnos al mundo”, decía Batlle a un auditorio cuyos miembros apenas pasaban los veinte años. Uruguay necesita gente que sea capaz de inventar nuevos productos, servicios o procesos, de insertarse en las cadenas de valor que surcan el mundo en todas direcciones y en todas las ramas de actividad. Gente que sea capaz de entender el mundo en el que vive y participar en la incierta tarea de seguir cambiándolo, en un sentido que le permita vivir mejor, cualquier cosa que esto signifique, siempre y cuando no traiga la ruina del ambiente o de sus semejantes.

Encontrar y desarrollar las ventajas competitivas tiene una dimensión colectiva y otra individual. El país debería ser generoso en promover ambas dimensiones, proveyendo un modelo educativo que potencie a la vez la creatividad individual y la capacidad de trabajar en equipo, para luego aportar tales destrezas al mundo de la producción, o dicho sin eufemismos, a la producción del mundo. Como dice Renato Opertti, uno de los convocantes de EDUY 21, “no hay mejor política social, cultural y económica que una política educativa robusta de largo plazo”.

Pablo Bartol, director del centro educativo Los Pinos, reclama un cambio de liderazgos para resolver el problema de la violencia y el delito, pero también el de la educación. No es un tema partidario y mucho menos personal. Estamos enfrentando una serie de desafíos que no podrán sortearse utilizando paradigmas tradicionales, apenas retocando lo que no funciona y dándole oxígeno a instituciones y prácticas moribundas.

La derrota de España en Trafalgar, “el 21 de octubre de 1805 al mediodía”, con cuyo recuerdo comenzaba la conferencia Jorge Batlle, permitió la llegada al Río de la Plata de la flota británica y de la revolución industrial y la apertura comercial, pero también del mundo de las nuevas ideas de la Ilustración. Como entonces, el mundo se está transformando aceleradamente, pero en un sentido impensado poco tiempo atrás: la sociedad del conocimiento va a sustituir el poder basado en la posesión de bienes materiales, de por sí escasos y de propiedad exclusiva, por uno sostenido en el conocimiento, la creatividad y la adaptabilidad. Como se ve, se trata de una riqueza inmaterial, compartible y compartida, que puede crecer ad infinitum sin degradar el ambiente. ¿Quiénes serán los líderes que nos conducirán desde el pasado hacia el futuro? ¿Cuáles serán sus organizaciones políticas? ¿Cuál su compromiso de cambio, transparencia y contralor popular?

Mientras pensaba en los desafíos de la gente de EDUY 21, volvía a encontrarme con la mirada de largo plazo de Jorge Batlle. Por tanto, habrá que seguir empujando.

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Gerardo Sotelo

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