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Insensibles

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Imagínese que asiste a un velorio y en medio de dolor de los deudos, en lugar de acongojarse con ellos, le reprocha al finado haber fumado y comido sin control.

Imagínese que asiste a un velorio y en medio de dolor de los deudos, en lugar de acongojarse con ellos, le reprocha al finado haber fumado y comido sin control.

¿Qué cree que sentirán los allegados al difunto? No sólo les llamará la atención lo inoportuno del comentario, sino que se indignarán por su falta de empatía, esto es, de su capacidad de sentir con el otro.

Los ejemplos son innumerables, pero ninguno como el protagonizado días atrás por el ministro del Interior, Eduardo Bonomi, quien no tuvo mejor idea que recordar la inconveniencia de enfrentarse a los delincuentes cuando un hombre acababa de ser asesinado por defender a una amiga de un intento de rapiña.

Pero el problema es más profundo.

El filósofo español Fernando Savater reflexionaba recientemente sobre la necesidad de llamar a las cosas por su nombre. Para Savater, “solo a partir de una caracterización ideológica precisa del enemigo, se le podrá combatir de manera verdaderamente eficaz”.

El país está pagando las consecuencias de una ideología estatista y materialista, que sospecha o reniega de cualquier solución que pase por el involucramiento de los particulares (ciudadanos organizados para vigilar, educar, curar o brindar cualquier servicio público junto al Estado) tanto como desprecia cualquier abordaje social referido a la familia, los afectos y los valores.

Como el Estado puede dar clases y operar cataratas, pero no acariciar a un niño que llora o abrazarlo en la noche cuando se despierta con pesadillas, sus políticas sociales carecen de cualquier dimensión humana significativa.

Los resultados están a la vista: nunca hubo tanto trabajo, salario, sindicalización, negociación colectiva, presupuesto para educación, salud, seguridad y políticas sociales, para policías, patrulleros y tecnología. Sin embargo, el número de procesados, encarcelados, delitos (sobre todo los más pesados) y delincuentes, no deja de aumentar.

En una expresión de indignación y valor, el exdirector de políticas sociales del Mides Christian Mirza, reclamó una autocrítica del gobierno en materia de seguridad, y reflexionó sobre el rol de la sociedad civil organizada.

Conmovido por el asesinato de Heriberto Prati, de quien era vecino, Mirza trajo a la discusión sin proponérselo, experiencias llevadas adelante durante el último gobierno colorado: las Comisiones de Seguridad Ciudadana y Vecinos Alerta, impulsadas por el entonces ministro del Interior, Guillermo Stirling. Fue decisión del Frente Amplio borrar de un plumazo una línea de trabajo que promovía el compromiso, la solidaridad y la participación de la sociedad civil.

El estatismo (siempre cargado de soberbia y desprecio por las decisiones de las personas) y el materialismo (la redención de la humanidad llegará cuando la riqueza sea suficiente y equitativa) constituyen una combinación que destruye los valores morales (personales y comunitarios) y opaca las verdaderas vías de salida.

Por la misma causa que no puede reconocer en Heriberto Prati la valentía y el compromiso de las personas nobles, el gobierno no podrá combatir con eficacia la delincuencia.

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Gerardo Sotelo

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