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No pasa nada con ALUR

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Por supuesto que es impresentable que ALUR repartiera plata en negro durante diez años a una red clientelista de cañeros. Empero, a pesar de lo que muchos creen, este tipo de noticias no mueve sustancialmente la aguja electoral.

Por supuesto que es impresentable que ALUR repartiera plata en negro durante diez años a una red clientelista de cañeros. Empero, a pesar de lo que muchos creen, este tipo de noticias no mueve sustancialmente la aguja electoral.

Se acumulan los datos sobre malas gestiones frenteamplistas en distintas dependencias del Estado. Muestran que se pierden millones de pesos o de dólares, que se administra sin rigor ni austeridad y que se reparten dineros públicos entre clientelas electorales amigas o entre empresarios compañeros que ganan fortunas, con el compromiso, seguramente, de colaborar luego con la campaña de tal o cual sector oficialista.

El asunto es que todo esto, con menos detalle pero con igual sustancia, ya se sabía antes de las elecciones de 2014, cuando el Frente Amplio ganó con mayoría absoluta en el Parlamento. Es evidente que lo que ocurre ahora es que este tipo de noticias cunde un poco más que antes. Además, la gente que ahora les presta mayor atención proyecta una situación económica de crecimiento de sus ingresos no tan auspiciosa como hace unos años, y por tanto puede parecer más crítica con el gobierno.

Pero de forma general, a pesar de todo esto, el Frente Amplio sigue siendo la principal opción de gobierno futura de los uruguayos, como por ejemplo lo mostró la última encuesta electoral de Equipos de hace unos días. Y esta preferencia mayoritaria solo puede sorprender a quienes crean que todos estos problemas de gestión resultan en realidad importantes para el uruguayo medio.

Podrán sí ser temas de conversación en el asado familiar o motivos de discusiones en el trabajo o en el grupo de amigos. Pero, en verdad, no son decisivos como para que el uruguayo medio mayoritario opere un drástico cambio de sus preferencias electorales de largo plazo. Y si el análisis refiere a las preferencias de las clases populares, es claro que en su inmensa mayoría ellas ni siquiera se enteran ya no solo de los pagos en negro de ALUR sino de qué es en sí ALUR.

El espejismo de creer que los uruguayos conservan una consciencia cívica ciudadana exigente que presta atención y sanciona los desfalcos contra el Estado está sobre todo extendido entre quienes integran las clases sociales más acomodadas y que además están más interesados en los avatares propios de la vida política. Se trata del perfil sociocultural de los que forman, mayoritariamente, los cuadros militantes de los partidos en general. Pero si se sale de esa mundo, que en una sociedad fracturada como la nuestra es cada vez más endogámico, en realidad se verá que esa consciencia no anima el alma de las mayoritarias clases medias del país.

Porque si al uruguayo medio le importaran la posición sobre Venezuela, los robos de ALUR; los acomodos de Ancap o de ASSE o tantas otras noticias de este tipo que degradan la calidad democrática del país y que muestran la incapacidad de gestión del Frente Amplio, la izquierda ya se hubiera desbarrancado en sus apoyos populares. Mujica no podría ser precandidato. Martínez ni pensaría en su salto nacional. Vázquez no andaría sin inconvenientes de gira periódica con sus ministros.

Pero, en el fondo, no le importan. Por eso hay que premunirse de los espejismos endogámicos.

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Francisco Faig

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