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El brete siniestro

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Hay una izquierda aguerrida, mayoritaria en el comité de base, cuya visión del mundo impide cualquier avance en un sentido de apertura comercial y política que vaya más allá del Mercosur.

Hay una izquierda aguerrida, mayoritaria en el comité de base, cuya visión del mundo impide cualquier avance en un sentido de apertura comercial y política que vaya más allá del Mercosur.

Ella es capaz de creer que hay un complot internacional iniciado en Atlanta, del cual participa Estados Unidos, que logra perjudicar al progresismo en Latinoamérica. Y el plan, por supuesto, incluye hacer sufrir a Sendic. Concibe la unidad sudamericana desde la consabida fraternidad de patria grande, lo cual implica defenderse en conjunto contra los ataques imperialistas, neoliberales y/o empresariales transnacionales que impiden el desarrollo real de los pueblos del continente.

Su sensibilidad está hecha de las canciones de los sesenta, tan lindas, que entonaba Mercedes Sosa; su profundidad de análisis es honda como “El libro de los abrazos” de Galeano; su aggiornamiento intelectual, cuando ocurre, pasa por repetir alguna vulgata de Chomsky aderezada, quizá, con alguna lectura mal digerida de Laclau. Pero, en todos los casos, su solidaridad es con Cuba, con el chavismo atacado por la derecha golpista, y obviamente con la pobre de Rousseff ilegítimamente depuesta en Brasil.

Por lo general esta izquierda tan mayoritaria en la estructura del Frente Amplio pervive muy lejos del mundo productivo. Está sobre todo conformada por montevideanos burócratas de clase media, acomodados además en algún cargo público. Desconfían del éxito de la agropecuaria -por aquello de que habría que haber desalambrado - y del lucro exportador. Su discurso añora, solo a veces discretamente, el Uruguay batllista y encerrado de mediados de los cincuenta, ese que terminó absolutamente fundido aunque ellos sigan sin asumirlo.

Esta izquierda jamás votará ningún tratado de libre comercio con nadie, ni siquiera con Chile que desde 1990 ha sido gobernado mayoritariamente por partidos de izquierda aperturistas en lo comercial. Además, ella es funcional a los intereses, ora de Brasilia ora de Buenos Aires, que procuran evitar cualquier apertura comercial soberana de Montevideo. Y no es nuevo: en 2006, por ejemplo, Gargano recurrió a Itamaraty para contrariar el intento de Vázquez de un TLC con Estados Unidos.

Por más que lo explique el canciller e insista el presidente; por más que se grafiquen técnicamente las consecuencias del avance de nuestros competidores directos en terceros mercados gracias a acuerdos de libre comercio que los benefician, esa izquierda tiene consigo la letra del programa de gobierno del Frente Amplio.

Empero, habría una forma de eludir su veto.

Así como el gobierno argumentó que cambió el contexto económico para subir la carga impositiva, así también es evidente que lo definido internacionalmente en 2014 está caduco: Brasil entró en crisis económica y política; Venezuela es un caos; Estados Unidos marca una tendencia proteccionista. Desde allí el gobierno podría llamar a un gran pacto nacional con la oposición que permitiera políticamente llevar adelante las iniciativas que, razonablemente, el presidente y el canciller defienden.

Infelizmente eso nunca ocurrirá. Seguiremos encerrados en el brete siniestro que nos impone el comité de base con su desafinado charango de infantil patria grande.

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Francisco Faig

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